Se van a cumplir diez años de la quiebra de Lehman Brothers, el que fuera el cuarto banco de inversión más importante de EEUU y que puso en evidencia la gestión de un sistema financiero dopado con el crédito privado y la distribución de las hipotecas basura. Aquello fue el comienzo de una crisis que dejó con las vergüenzas al aire a muchas economías. En Europa, los rescates de Grecia o Portugal, o el de la banca en España minada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, derivaron en medidas de recortes sociales que todavía lastran un Estado del bienestar que se estaba afianzando y que sufrió un frenazo significativo del que todavía no se ha recuperado. Las consecuencias inmediatas repercutieron sobre el mercado laboral y el empobrecimiento general. El repunte económico de los últimos ejercicios está permitiendo la reducción de la tasa de paro, aunque las cuñas legislativas sobre las relaciones laborales mantienen la precariedad y unos salarios a la baja que, a poca inflación que haya, reduce el poder de compra de los asalariados. Y el hecho de que el desempleo todavía se mantenga en el 15% no augura incrementos salariales. Según Eurostat, en la UE el aumento por hora el pasado año fue del 2%; en España, el 0,4%. Y la temporalidad se ha instalado definitivamente en la contratación. Si hace diez años se firmaban 2,8 millones de contratos por debajo de la semana, ahora la cifra alcanza los 5,5 millones, un aumento de casi el 100%. Y ya significan el 30% de los temporales. No es lo que ha costado transitar por esta década. Es lo que deja.

*Periodista