Las cifras son las propias de aquellos acontecimientos que acostumbran a estar vinculados a los grandes campeonatos deportivos. Los 10 días de fiesta reivindicativa del World Pride, o el Orgullo Gay, van a tener un impacto económico en Madrid de 300 millones. Más de dos millones de personas se dejarán ver en las calles de la capital y no hay camas para todos, por lo que muchos han tenido que alojarse en Toledo y Segovia. El ayuntamiento de Manuela Carmena se ha mostrado un cómplice más de la fiesta en una positiva actitud, aunque con alguna decisión discutible como suspender durante el Orgullo Gay la normativa municipal sobre el ruido en la calle. Todo para proyectar la marca Madrid como ejemplo de ciudad abierta. Este colorido tan festivo es una excelente manera de dar visibilidad al colectivo LGBTI, pero no hay que olvidar el origen reivindicativo de la celebración. No conviene que el factor negocio se imponga a la lucha para que la igualdad sea un día realmente efectiva. Es incuestionable que si nos referimos a los avances en nuestro país, han sido muy significativos en la última década, empezando por la aprobación bajo el Gobierno de Zapatero del matrimonio igualitario en el 2005. Pero los actos homófobos siguen y para acabar con ellos es preciso una actitud decidida de las autoridades, y lo que no es menos importante, un serio rechazo social.

Tras el Pleno municipal de ayer, en el que PP, PSOE y Ciudadanos volvieron a coincidir para reclamar la reparación del azud del Ebro en Zaragoza, resulta imprescindible elaborar un informe técnico que sopese ventajas e inconvenientes de dicha infraestructura. Luego habrá que resolver qué se hace con ella. Lo que no tiene ningún sentido es que permanezca averiada dando lugar a un debate ciudadano y político cargado más de prejuicios que de lógica.

El azud se construyó con un fundamento teórico plausible: represar el Ebro a su paso por la capital aragonesa creando una lámina que, además de disimular los efectos estéticos del estiaje y accionar una minicentral eléctrica, permitiese la práctica de deportes y la navegación de pequeñas embarcaciones turísticas. Pero no todo ha salido como se pensaba. Nunca hubo aprovechamiento hidroeléctrico, la navegación turística no funcionó, la proliferación de algas resulta inquietante, el agua semiembalsada parece ser un vivero de mosca negra, mosquito común y mosquito tigre y el estiaje ha hecho de las suyas en cualquier caso porque una compuerta del azud está rota y las demás abiertas.

Lo que no sabemos es en qué medida el azud es un problema, una solución o un artefacto (costoso en su construcción y su mantenimiento) cuyo funcionamiento debe compaginarse con otras intervenciones positivas en el cauce. Esa es la cuestión.