El presidente Obama confiaba en que el dictamen sobre el caso Brown ayudara a un cambio positivo en las deterioradas relaciones raciales en Estados Unidos. Por el contrario, la decisión del jurado (siete ciudadanos blancos y tres negros) de no imputar al policía (blanco) que mató a balazos al joven desarmado Michael Brown (negro) ha desatado disturbios de una magnitud muy superior a los registrados en agosto, cuando se produjo la muerte del muchacho. Sin embargo, lo grave del asunto es la constatación de que el abismo racial no hace más que agrandarse. Cuando en una localidad como Ferguson, la mayoría de sus habitantes son negros pero el gobierno municipal y todas las instancias públicas están dominadas por blancos que son minoría, algo falla. La injusticia y la desigualdad económica están a la orden del día. La desconfianza con las autoridades es total. Y Ferguson no es la excepción. Es la norma. El caso Brown no está cerrado. Hay otras instancias judiciales, pero la reacción a la no imputación del policía obliga a dar carácter de urgencia a la lucha contra la discriminación.