El otro día se celebró en la Federación de Asociaciones de Barrio de Zaragoza un debate entre partidos políticos, en relación con las listas de espera en el Salud aragonés y el problema de la sanidad pública en general. No estuvieron todos los convocados, pero quienes sí acudieron en representación de sus respectivas formaciones lo hicieron bastante bien. Y la gente que llenaba la sala tampoco se despistó a la hora de exponer su parecer. Fue interesante.

Claro, lo que allí emergió (sobre todo gracias al portavoz de Podemos, el médico y veterano defensor de la sanidad pública José Antonio Fatás) situó la cuestión en dos planos. El más obvio: la necesidad de disponer de mejores recursos para revertir a la mayor velocidad posible el destrozo hecho durante el mandato de Rudi-Oliván y, en general, las consecuencias de los recortes. Las plantillas han quedado desbaratadas, y hace años que no se renuevan los equipos ni se gasta en nuevas tecnologías. Pero hay otro enfoque: con las estadísticas en la mano el Salud ofrece una relación médico por cada diez mil habitantes propio de los países más desarrollados, dispone de hospitales y centros de alto nivel y todo ello a un coste muy razonable. Existen por supuesto disfunciones concretas: especialidades donde harían falta más facultativos (Traumatología es un caso obvio), zonas en las que parece difícil completar las plazas necesarias, servicios descompensados... Sobre todo destaca el bajo número de enfermeras y la ausencia de gestores sanitarios propiamente dichos (en España no existe un ciclo formativo para ese tipo de profesionales).

Es decir, por encima de las necesidades presupuestarias planea otra más importante, la que se refiere a la planificación, la organización y la administración. La eficiencia del sistema se perfila como una cuestión esencial. Se trata de utilizar bien los recursos existentes, controlar la productividad de los servicios, ofrecer una opción adecuada a los enfermos crónicos en hospitales de media y larga estancia, descongestionar los hospitales de agudos, estabilizar las plantillas, informatizar toda la red... Es un reto a la gestión que nunca se podrá afrontar si se sigue con la pésima costumbre de relevar a todos los directivos del Salud y sus centros cada vez que cambia el partido en el Gobierno de la Comunidad. Hay que profesionalizar.

Gestionando bien, el recurso de conveniar actos médicos con la privada se reduciría al mínimo necesario.y no movilizaría cada año un buen paquete de millones de euros. Lo cual nos lleva al otro gran servicio: la enseñanza. Donde la polémica sobre el alcance de los conciertos se ha convertido en un choque de argumentarios repletos de posverdades. Donde no será fácil reducir la presencia de la privada si los responsables y docentes de la pública no tienen como objetivo competir en la oferta educativa optimizando el uso de los medios de que disponen y trazándose metas más ambiciosas que salvar el curso.

No existe razón alguna por la que se pueda afirmar que lo privado es mejor y más barato que lo público. Al contrario. Pero eso hay que demostrarlo día a día. Con los hechos.