Podemos tiene un buen lío, aunque no muy diferente al que en su momento pasó IU o al que se está viviendo en el PSOE. Y el lío es consecuencia del enorme déficit democrático que se produce tanto en partidos viejos como nuevos para gestionar correctamente el pluralismo político e ideológico existente entre sus respectivas militancias.

Porque será difícil que pueda negarse que lo que en este momento ocurre en Podemos es el intento de Pablo Iglesias, ayudado por Echenique, por laminar cualquier voz discrepante con sus tesis, excluyendo de los órganos de dirección e impidiendo la visibilidad de las propuestas de aquellas sensibilidades internas que no coincidan con la línea mayoritaria.

Lo que los inscritos de Podemos votaron hace unos días que es lo que ha desatado el rifirrafe que hoy se hace visible en todos los medios de comunicación, fue una propuesta organizativa de cómo votar en el próximo congreso de Podemos que se conoce como Vistalegre II. La propuesta Iglesias-Echenique ganó a la de Errejón por muy poquitos votos y simplificando su contenido significa que quien obtenga más votos, aunque sea por una pequeña diferencia y aunque sea una mayoría relativa se lleva la práctica totalidad de la representación, excluyendo de los órganos de dirección al resto de opciones con menor representación. La propuesta de Errejón, mucho más democrática, planteaba el reparto proporcional de las responsabilidades en función de los porcentajes de voto obtenido por cada una de ellas. Es decir, ganó, aunque por muy poco, la propuesta que representa el modelo napoleónico y caudillista que por otra parte se asemeja bastante a la manera de hacer política de Iglesias en España o de Echenique en Aragón.

No se esperaban Iglesias y Echenique que Errejón les iba a casi igualar el resultado de la votación con una propuesta que por otra parte es la que se utiliza para configurar los órganos colegiados de dirección en las grandes organizaciones democráticas de este país como son, por ejemplo, las confederaciones sindicales de CCOO y UGT que entre ambas organizan y gestionan la capacidad de decisión de dos millones y medio de afiliados. Y de ahí la reacción desmedida y la virulenta persecución a Errejón en las redes sociales con el Hashtag #ÍñigoAsíNo y a los errejonistas, con cese incluido de José Manuel López, portavoz del grupo parlamentario de Podemos en la Asamblea de Madrid y afín a Ïñigo Errejón.

Yo, que en otros momento he hablado bien, incluso muy bien, de Iglesias, no me duelen prendas de calificar su reciente actuación política de caudillista y a sus prácticas organizativas de antidemocráticas e impropias del líder de una organización que dice representar a «la gente» y que califica sus actos como de «nueva política» además de querer ubicarse en el ámbito de la izquierda. Me atrevo a aventurar también que este déficit democrático, que no es nuevo en Podemos, ha lastrado ya su avance en las últimas elecciones generales del pasado 26 de junio y en este momento puede significar el inicio en picado de su declive político y electoral.

De toda mi reflexión anterior extraigo tres tristes conclusiones que me preocupan como ciudadano comprometido con la realidad que me rodea. La primera que lo de la «nueva política» referida al Podemos Iglesias-Echenique es un bluff, pues repite con exactitud milimétrica e incluso acentúa los mismos vicios que critican a los que ellos llaman partidos viejos o tradicionales.

La segunda, que la izquierda en su conjunto está «hecha unos zorros», entre otras cosas porque como digo e insisto en ello, no gestiona bien el pluralismo político e ideológico de su militancia. Véase, si no se está de acuerdo con esta afirmación, el tremendo lío existente también en el PSOE actualmente gobernado por una gestora incapaz de aunar voluntades.

Y la tercera y última, que lo de Podemos es un déjà vu que algunos vivimos en IU con un impenitente PCE que siempre la intentó instrumentalizar y muchas veces lo consiguió, al igual que hace en todas las organizaciones en las que está presente; sólo, que IU ha vivido 30 años y Podemos, a la velocidad con la que se están desarrollando los acontecimientos, puede ser «flor de un día».

*Profesor y abogado