Mientras Corea del Norte sigue adelante con sus ensayos nucleares, EEUU ha anunciado su disposición a permitir la venta de «equipos militares altamente sofisticados» a Japón y Corea del Sur, los vecinos más expuestos a los delirios de Kim Jong-un. Y entre delirio y delirio, el mundo parece retroceder unas décadas y retornar a la inquietante guerra fría.

La pugna entre Trump y Kim Jong-un podría ser entretenida si la viéramos a través de una pantalla de ficción. Un gran duelo entre dos personajes impredecibles y bravucones.

El problema es que son peligrosamente reales. Y que uno apuntala su poder en el racismo y el otro dirige el país como una dictadura paranoica. La capacidad de ambos líderes para hacer del mundo un lugar peor parece ilimitada.

De hecho, no hay nada que dé más réditos a un gobierno sin escrúpulos que una escalada belicista. El miedo a un enemigo (exterior o interior) siempre dispara la fidelidad de la masa. Y, como señalaba Adrián Foncillas en su crónica, la crisis actual «engordará las cuentas de resultados de los fabricantes de armas estadounidenses».

¿Nos sorprende? Por desgracia, no. Pero ser conscientes de los intereses reales del conflicto no resulta más tranquilizador. Ante la escalada, Putin alerta de que la «histeria» puede llevar a «una catástrofe planetaria». Y con la aparición del tercero en discordia, ya sí que temblamos. De repente, el Parlament parece muy pequeñito.

*Escritora