Los próximos cuatro añitos con Donald Trump al frente del imperio, como comandante en jefe del ejército más poderoso del mundo (¿por cuánto tiempo?) arrancan llenos de incertidumbre. La personalidad de Trump no encuentra parangón ni siquiera entre los republicanos. Habría que moverse bastante más a la derecha, hasta su extremo, seguramente, para reconocer las afirmaciones, bravatas, amenazas del ya casi presidente norteamericano, y para situar sus proyectos políticos, económicos y sociales, por llamarlos de algua manera...

Su relación con Rusia va a ser crucial para el damero internacional. Nace enviciada por el escándalo del espionaje a los demócratas de Clinton por parte de los servicios de inteligencia rusos, que habría podido influir en el resultado electoral, a favor de Trump. El conflicto, que recuerda a los mejores, o peores tiempos de la guerra fría, y a las novelas de John Le Carré, ni está claro ni en cauce de aclararse. Tampoco lo está, ni lo estará, ese otro oscuro episodio de la supuesta juerga de Trump en Moscú con prostitutas rusas. Más claras están las relaciones personales entre el magnate y Vladimir Putin, excelentes, y la de los magnates yanquis con la administración rusa, muy fructíferas.

Curiosamente, Trump, en su campaña, no incidió excesivamente en temas bélicos, al margen de anunciar que pasará de la OTAN. Criticó a Obama por su mano blanda, pero no ha llegado a proponer mano dura contra ningún régimen, amenazando con mayor contundencia al Washington Post que a la dictadura de Corea del Norte.

Mientras USA redefine su estrategia militar, Putin se dedica a ir ganando una guerra tras otra, Crimea,Siria... curtiendo a sus soldados y pilotos y probando armas.

El militar ruso es por definición una fiera. No olvidemos que en la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos eran los únicos a quienes realmente temían los nazis, pues eran capaces de cualquier barbarie. Como, por ejemplo, las que perpetraron contra las monjas polacas en la película Las inocentes, de Anne Fontaine, un prodigio de ternura y equilibrio dentro del drama de la violación y la guerra. «Jamás habría podido imaginar que iba a atender partos de monjas polacas violadas por soldados rusos», exclama el médico judío que atiende a la comunidad de Las inocentes.

Dos enigmas/trampa, Putin y Trump, y demasiados inocentes en medio.