Otro debate estúpido, repleto de oportunismos políticos y desbarres conceptuales. Se refiere a las últimas matanzas indiscriminadas y a la naturaleza de sus autores. El neofilósofo francés Bernard-Henry Lévy ha recogido la santa ira de los muchos que se niegan a entender el desequilibrio y la enfermedad de quienes matan y mueren, envueltos, o no, en la bandera de organizaciones ultraviolentas. Discutir si estos individuos son dementes o terroristas ("¡terroristas!, ¡terroristas!", gritan los amigos del orden vigilado y la guerra preventiva) no tiene sentido. Es evidente que pueden ser considerados ambas cosas. Y en tal categoría no cabe incluir sólo a los yihadistas (incluso a los que se radicalizaron en un par de semanas, que ya es decir) o a los militantes más duros de la ultraderecha, sino a vengadores de diferentes características: afroamericanos de Estados Unidos indignados con el racismo policial, supremacistas blancos de ese mismo país (incluyendo a los policías racistas), japoneses que aborrecen a los discapacitados, inadaptados extremos... y asesinos machistas españoles dispuestos a degollar a sus esposas e hijos. Todos comparten bastantes características, y sus acciones exigirían por igual el análisis de los politólogos, los expertos en política internacional... y los psiquiatras.

Son hombres. Suelen odiar a las mujeres. Tienen claras tendencias suicidas. Quieren notoriedad. Ansían la revancha. Se sienten espoleados a imitar otros comportamientos asesinos que conocen a través de los medios y las redes. Se pueden adherir al Estado Islámico o actuar por su cuenta sin más coartada que los celos y el afán de posesión. Claro que son terroristas. ¿O no es terrorismo esa imparable violencia de género que no cesa de cobrarse víctimas femeninas en España?

Pero si la desestabilización de Oriente Medio ha sido el caldo de cultivo del yihadismo, como el machismo pone telón de fondo al asesinato de mujeres, también está claro el sustrato patológico de la actual sucesión de masacres. El efecto Columbine. La hipercomunicación como acelerante. Dementes terroristas... o viceversa.