El último sondeo de Gesop ha acuñado un ligero crecimiento en el centro--derecha del arco político español, mejoría que teóricamente permitiría al PP y a Ciudadanos acercarse a la mayoría absoluta, de celebrarse hoy elecciones generales en España (el Señor no lo quiera). Mariano Rajoy y Albert Rivera (pues ya podemos citarles como pareja de hecho, uno un poquito más conservador, el otro pelín más liberal, los dos bien vistos por el statu quo, los fácticos y la España de orden) sonríen.

En cambio, la izquierda se duele de golpes que son para llorar. Representada en clave de división por el PSOE y por Podemos (con sus partidos asociados) sigue estancada en una enconada pelea, codo con codo en las encuestas, pero, a diferencia de la derecha, sin alianzas mutuas, sin apoyos parlamentarios, sin otro paso a dos que el temido o deseado sorpasso de Podemos a los socialistas.

Lo estamos viendo en Aragón, donde el espectáculo de la desunión se ha cebado en los presupuestos del Pignatelli, bloqueado por las sucesivas condiciones de un Pablo Echenique a quien ya nadie considera como aliado de Javier Lambán y del Partido Socialista, si alguna vez lo fue, sino como un rival dispuesto a perjudicarle, incluso a desalojarle del poder para ocuparlo con su propio gobierno. Echenique, en su estrategia de asedio y máxima tensión va a lograr que las cuentas públicas de todos los aragoneses no se aprueben, no se actualicen ni se apliquen a cientos de personas, actividades, proyectos que esperan sin comprender a qué se debe la parálisis.

Esta no es una izquierda creativa, ilusionante, sino convulsa en su raíz y quemada en su tronco, una izquierda sin flores, menos de rosas que de puños alzados, como el de Pedro Sánchez cantando La Internacional como un miliciano. Una izquierda, la de Vistalegre, y la de el no es no, que no propone nada concreto, ni en España ni en Aragón, que habla de corruptos, de mandarines, de condiciones, de un referéndum solo para Cataluña... pero no de un modelo de Estado ni de un estilo o programa de gobierno.

En semejante clima de luchas internas, nombramientos sectarios, vetos, críticas, penalizaciones, ceses y purgas va a ser muy difícil que el electorado encuentre razones para cambiar su voto.

Suerte, para la izquierda, que no hay elecciones cerca. Si aprovechasen el tiempo muerto para revivir sus ideas...