La retirada del busto del anterior Rey en Barcelona, el cambio de nombre del pabellón de Zaragoza o que el alcalde de Santiago no haya acudido a la misa del Día de Galicia son las grandes noticias políticas del momento. Para unos cuantos exponentes de la derecha son herejías que merecen duros castigos. Para los biempensantes de izquierdas son meros gestos que denotan que los movimientos alternativos que se han hecho con las grandes alcaldías españolas carecen de programas de actuación. A los primeros cabría decirles que la supresión de símbolos y hábitos tradicionales de la vida institucional y política es señal de una voluntad de modificar los contenidos de las mismas. No se sabe si lo conseguirán, pero para eso les han votado. A los segundos habría que recordarles que hoy, buena parte de la acción política es comunicación y solo las noticias muy llamativas tienen espacio. Son gestos, pero con intención. Lo que habría que saber es cómo acogen las gentes que votaron a esas listas lo que están haciendo sus alcaldes. Es de suponer que ese mundo estará muy de acuerdo con esos pequeños desaires a una Monarquía que se supone intocable y a una Iglesia católica que se sigue creyendo omnipotente. Sin embargo, en la prensa solo salen los rechazos y las críticas a lo que hacen los suyos. Lo malo es que la decisión de ignorar qué bulle entre los alternativos no sirve para anularlo. Incluso puede reforzarlo. Porque no son unos parias, tienen sus propias redes de comunicación, creen que van bien y quieren ir a más. Periodista