Los expertos sentencian que no es nada nuevo, que ya viene de lejos, porque empezó prácticamente con el arraigo de internet. Pero el auge de las relaciones personales a través de la red se ha convertido en España en un fenómeno relativamente reciente. Así han aparecido numerosas aplicaciones convertidas en una manera de conocer gente, hacer amigos, encontrar una pareja o simplemente para ligar. El smartphone como sustituto del pub o las discotecas de otros tiempos. Y, además, convertido en un camino bastante más liviano como es el que supone la simple exposición on line. Te das a conocer y esperas que haya alguien al otro lado que diga me gusta. La primera cita ya está en marcha. A ciegas, pero un poco menos. Novedoso es el camino pero no tanto los patrones que se reproducen en estas app, según los analistas y una encuesta sobre los usuarios de las dating apps. Porque estas aplicaciones son, en definitiva, una reproducción de la vida real, con sus virtudes y defectos. Una manera de conseguir una cita tan del siglo XXI repite, de forma lamentable, unos modelos patriarcales de otras épocas y esa semilla machista tan arraigada en nuestra sociedad y que tanto cuesta erradicar. Y si son muchos los usuarios de estas aplicaciones, no tantos los que lo reconocen de forma abierta como si todavía fuera un estigma social no tener media naranja.

La reacción de Vladimir Putin a las nueva sanciones contra su país decididas por el Congreso de Estados Unidos no se ha hecho esperar: Moscú ha ordenado que a partir del 1 de septiembre Washington reduzca su personal diplomático en el país. Una decisión con la cual aumenta la presión sobre la Administración de Trump, ya que le obliga a tomar una decisión al respecto cuando las relaciones del presidente con el Kremlin marcan la agenda política estadounidense hasta niveles que a veces resulta difícil de creer. La improvisación y el descontrol se han instalado en la Casa Blanca a una altura que ni siquiera los más agoreros pudieron llegar a prever cuando Donald Trump tomó posesión de su cargo en enero. El último escándalo son los vergonzosos insultos del nuevo director de comunicaciones, Anthony Scaramucci, contra el jefe de gabinete, Reince Priebus, al que ha llamado «puto paranoico esquizofrénico». Insultos que le han costado el cargo, pues Trump decidió ayer mismo prescindir de él. Un nuevo frente que se le abre a Trump a añadir al del Rusiagate, al de la precaria situación política del fiscal general, Jeff Sessions, al de la resistencia del Pentágono a aplicar el veto a los transexuales en el Ejército y a la incapacidad de derrocar el Obamacare en el Senado. La sensación de que en el peor de los casos nadie gobierna Estados Unidos y de que, en el mejor, lo hacen un puñado de incompetentes crece.