Obama abandonará la Casa Blanca el 20 de enero: día de San Sebastián, ese mártir de la historia de los Santos, tan representado por las diferentes escuelas pictóricas europeas, fácilmente reconocible por las flechas clavadas hasta su muerte. Ese mismo día, la bella Donostia celebra con La Tamborrada el desfile de las tropas Napoleónicas. Es posible que en San Sebastián no se venere al santo que salvó a la población de la peste en el siglo XVI, ni tampoco se conmemore el paso de los ejércitos franceses por la ciudad. Se ha convertido en una fiesta con aire de Carnaval, entre la celebración y la representación, mientras los americanos del partido republicano celebrarán la entrada en la Casa Blanca del presidente electo americano.

Me equivoqué al pensar que el último discurso de Obama sonaría como el poema 20 de Neruda: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche…». No pronunció su discurso más triste, pero sí el más ideológico. En el palacio de Congresos McCormick Place de Chicago ofreció el mejor discurso de todo su mandato. Lejos de ser un discurso de lamentaciones, fue un discurso de síntesis y de recomendaciones, en el que retomó los temas más importantes de su legislatura.

Su discurso giró en torno al concepto de democracia, remarcando el hecho de que no se construye sola, ni está garantizada. Por estas razones, pidió a los americanos ser conscientes de su responsabilidad ciudadana, con una participación, y un compromiso cívico, que incluye no quejarse de los políticos electos, porque son los ciudadanos los responsables de su elección. Añadió que la democracia necesita a los ciudadanos no solo en las elecciones, y que solo ellos pueden cambiar el mundo, al tiempo que les pedía confianza en las instituciones.

Los Estados Unidos de América están formados por todos los ciudadanos, sin distinción del origen de su raza, religión, o nacionalidad, y solo contando con todos ellos se podrá construir una América más grande y poderosa donde reine «la prosperidad y la libertad», recordando al Presidente Washington. Fue el discurso propio de un estadista que pasará a la historia como el primer presidente afroamericano, que cerró su presidencia en Chicago, el mismo lugar donde empezó su política.

Destacó que los políticos no solo han de tener sentido común, sino que han de velar por la transparencia, la ética y el servicio público, y los ciudadanos tienen que ser los vigilantes de su cumplimiento.

Tras dejar la presidencia, Obama no mirará para otro lado, ni abandonará a los ciudadanos americanos, a su suerte, sino que seguirá con ellos. Es posible que sus ideas refuercen el ideario del partido demócrata. Recordó, ya que política es una «batalla de ideas» y los ciudadanos se deban convertir en los guardianes celosos de la democracia.

Acabó con un mensaje de esperanza en la gente joven de generaciones actuales, porque ellos creen en la justicia y en la paz y en una América inclusiva. En ellos depositó su confianza, diciendo: «El futuro está en buenas manos, creed en vosotros mismos, que lucháis por la justicia y la paz».

Cerró el discurso con el eslogan de sus campañas electorales: «Sí, podemos». «Sí lo hicimos» (Yes we can, yes we did). Este cierre ofrecerá un desfile presidencial.

*Profesora de la UZ y Periodista