Las grandes cadenas internacionales, como la BBC, hablan estos días del «virus catalán». Una rara bacteria política que se alimenta igualmente de la burguesía conservadora nacionalista y del extremismo radical, supuestamente de izquierda. Una envenenada larva que es capaz de afectar, en Cataluña, a numerosos pacientes del PDeCAT, a dirigentes tan burgueses como Mas, Homs o el propio Puigdemont, y a los enfermos de Asamblea Nacional de Cataluña, Òmniun y la CUP, en cuyas barriadas ideológicos el virus ha derivado en pandemia.

Lo dijo Mario Vargas Llosa en su multitudinario discurso del pasado domingo en Barcelona. Los nacionalismos han sido y son una de las causas del odio, la sangre y la guerra. Han destruido media Europa y media América y siguen amenazando la estabilidad de países y continentes enteros. Se refería don Mario, quiero pensar, a los nacionalismos exarcebados, entre los cuales el nazismo sigue siendo el peor de todos, no a aquellos otros --como el nacionalismo aragonés, por ejemplo-- perfecta y lealmente integrados en sus Constituciones y Estados.

El nacionalismo catalán, espoleado por el anarquismo de la Unión Popular, se está convirtiendo en una fuerza nueva y destructiva. Ya Bakunin dijo en el siglo XIX que «La pasión por la destrucción es también una pasión creadora». Desde el punto de vista de los fanáticos totalitarios de la CUP, cuyo sueño reside en instalar en Cataluña una república totalitaria, aboliendo la propiedad privada y la libertad de expresión, nacionalizando los medios de producción y de comunicación, la destrucción industrial y laboral que está sufriendo estos días Cataluña es beneficiosa para sus planes. Cuantas más empresas se vayan, cuantos más puestos de trabajo se pierdan, Anna Gabriel y los suyos tendrán más fácil agitar las calles.

La sociedad civil catalana, que es mayoritaria, debe empezar a descontaminar estos focos de contagio y purulencia. Hay que desmontar una a una las mentiras de Puigdemont, de Carme Forcadell y de la CUP. Cataluña ha sido grande sin ellos, Barcelona ha sido líder sin ellos, y hoy ya no. Hay que retirar a la Generalitat la competencia educativa. Hay que anular las leyes y castigar las conductas anticonstitucionales. Hay que señalar a los nacionalistas y populistas radicales como causantes del empobrecimiento y enfrentamiento de la población. Y hay que hacerlo ya.