En el neoliberalismo las élites usan el miedo para someter a la gran mayoría de la población. Es un miedo atroz, cimentado en el estado permanente de inseguridad a perder el trabajo, a cobrar la pensión, a cubrir las necesidades básicas, por lo que ya no se puede diseñar un proyecto vital. Hasta la Revolución Francesa sentir miedo era una indignidad, hoy no es una vergüenza sentirlo ni manifestarlo. El miedo acongoja, anestesia, crea una sociedad conformista. Sin valientes es una sociedad presta a la disgregación, por el individualismo, insolidaridad y egoísmo. Cuando se vislumbra alguna política alternativa a las existentes, se inyecta más dosis de miedo. Según Jens Weidmann, presidente del Bundesbank: "Dejar de pagar la deuda es un grave riesgo para la economía y cortaría el acceso al mercado de capitales. Si los bancos locales tienen gran parte de la deuda pública peligraría el sistema financiero y los ahorros de los ciudadanos". La situación actual tiene un porqué. Como he citado otras veces, para Josep Fontana: "Las clases dominantes han vivido siempre con fantasmas: los jacobinos, los carbonarios, los masones, los anarquistas, los comunistas. Eran amenazas fantasmales, pero los miedos eran reales". Con esos fantasmas los gobiernos hicieron concesiones a los trabajadores para mantener el orden social. Bismarck introdujo los seguros sociales para combatir al socialismo. Tras la II Guerra Mundial el comunismo propició el Estado del bienestar. Arrumbado el comunismo, las élites hoy, ¿a quién temen? A nadie. En una reciente entrevista Pier Carlo Padoan, ministro de Economía y Finanzas de Italia, a la pregunta si el Gobierno no tendrá miedo a la hora de ir adelante con las reformas, contestó: "El Gobierno no tiene miedo. La huelga general es la señal de que vamos en la buena dirección". Todo muy claro. Su ceguera les impide ver la bomba de relojería, presta a explotar. Algún miembro de esas élites con sensatez percibe que esta extrema desigualdad es insostenible, como el multimillonario norteamericano Nick Hanauer que expone sus ideas en su artículo "Las horcas están viniendo por nosotros plutócratas".

Hanauer fue uno de los inversores en Amazon. Luego fundó Gear.com y aQuantive, que vendió a Microsoft en 2007 por 6.400 millones de dólares. Ahora se dedica al capital riesgo. Ha pedido desde el inicio de la crisis más impuestos para los ricos. Ahora aboga elevar el salario mínimo para corregir la desigualdad porque, a la larga, también beneficiará a los ricos. Recuerda que la desigualdad está agudizándose con gran rapidez: "El problema no es que haya desigualdad. Algo de desigualdad es intrínseco a cualquier economía capitalista funcional. El problema es que está en niveles históricamente altos y que esto está empeorando cada día. Nuestro país se está convirtiendo cada vez más rápido en una sociedad feudal más que en una sociedad capitalista". Avisa que sin un cambio rápido se volverá a la Francia del siglo XVIII, la anterior a la Revolución. Advierte a sus colegas: "despertad, esto no va a durar". Por ello, pide medidas para acabar con la enorme desigualdad porque si no se actúa: "Las horcas vendrán a por nosotros. Ninguna sociedad puede aguantar esto". En una sociedad altamente desigual, solo puede darse o un estado policial o una revolución. No hay otras opciones. No es si va a pasar, es cuándo. Un día alguien se prende fuego en la calle, entonces miles de personas salen a la calle y antes de que te des cuenta el país está ardiendo. Y no hay tiempo para ir al aeropuerto y con el jet volar a Nueva Zelanda. La revolución será terrible, pero sobre todo para nosotros.

Asegura que lo irónico de la creciente desigualdad es que es innecesaria y autodestructiva, por lo que propone las políticas de Franklin D. Roosevelt tras la Gran Depresión para evitar disturbios sociales. Nuestro modelo debería ser Henry Ford, quien comprendió que sus trabajadores no eran solo mano de obra barata, que también eran consumidores. Plantea una nueva ley para el capitalismo: "Si los trabajadores tienen más dinero, las empresas tienen más clientes, lo que hace que los consumidores de clase media sean los verdaderos creadores de empleo, no los ricos empresarios como yo. La clase media crea a los ricos, no al revés". Por eso defiende la subida del salario mínimo."Siempre han dicho lo mismo: nos vamos a la bancarrota, voy a tener que cerrar, voy a tener que despedir a todo el mundo", recuerda el empresario. Pero nunca ha pasado eso. Los datos muestran que cuanto mejor los empleos, mejor los negocios. Los que consumen son las masas: "Yo gano 1.000 veces el salario medio anual, pero no compro mil veces más cosas. Mi familia compró tres coches en los últimos años, no 3.000. No me compro 1.000 pares de pantalones al año. ¿Por qué iba a hacerlo? En lugar de eso, ahorro, y eso no hace mucho bien al país".

Además con ciudadanos más ricos se podría reducir el tamaño del Estado, porque habrá menos subsidios para vivienda, menos vales de comida y menos sanidad pública. Si vuelve la clase media no hace falta un Estado del bienestar tan grande.

Un capitalismo bien gestionado es la mejor tecnología social jamás inventada para crear prosperidad. Pero sin control tiende hacia el colapso. Y es la democracia quien debe ejercer ese control.

Profesor de instituto