Para cambiar las políticas austericidas, que están generando tanto sufrimiento en España, es mucho más importante lo que está ocurriendo en Francia, el movimiento Nuit Debout (ND) (Noche de pie), que los resultados electorales del 26-J. Si continúa en la Moncloa Rajoy con el apoyo de C's --para eso lo crearon los poderes financieros y empresariales--, y la abstención del PSOE, postura de la lideresa Susana Díaz, las políticas de recortes brutales proseguirán. A Mariano no le tiembla el pulso. Eso sí, los grandes medios de comunicación las justificarán y edulcorarán con las ya conocidas frases: reformas estructurales, recuperación, crecimiento, empleo a raudales, etc. Si gana la coalición Unidos Podemos, poco probable por los ataques furibundos desde todos los frentes que lógicamente calan en la opinión de los españoles, y Pablo Iglesias forma gobierno con el apoyo del PSOE, desde las instituciones europeas, los grandes poderes financieros, las agencias de calificación, medios de comunicación será sometido a presiones superiores a las sufridas por Tsipras... De ahí: incremento de la prima de riesgo, huída de capitales, deslocalizaciones, etc. En definitiva, claudicación. Por ello, para salir de este laberinto es imprescindible un frente político común a nivel europeo. Yannis Varufakis apunta que sin una Francia rebelde y despierta, no habrá cambio en Europa. La Historia enseña. Los grandes cambios políticos han surgido en el país galo: Revolución Francesa, la Comuna, Mayo del 68...

Sorprende que le ND ha irrumpido cinco años después de los indignados españoles, los Occupy Wall Street de Nueva York, o la primavera árabe del 2011. Tal retraso puede radicar en que la izquierda francesa en las elecciones presidenciales del 2012 todavía confiaba en el partido socialista. Hoy, su credibilidad ha desaparecido.

Los grandes incendios se inician con una chispa, pero es necesaria la acumulación de material inflamable. El material es mucho, y la chispa ha sido el proyecto de la ley laboral El Khomri --del apellido de la ministra de Trabajo-- que pretende reforzar el poder del capital y precarizar todavía más el mundo laboral, que desde marzo desencadenó grandes protestas. Rancière explica el objetivo de la ley: "Los gobernantes no sólo quieren que el trabajo sea más barato. Quieren que deje de ser lo que fue por casi dos siglos: espacio de lucha y poder común. De una ley a otra no sólo producen instrumentos de poder, sino también de resignación, haciéndonos creer que luchar no sirve y el mundo en que vivimos es el que merecemos".

También ha contribuido al estallido social el documental Merci patron (2015) --sobre extrabajadores de una multinacional francesa (LVMH) que tras su despido ganan la batalla a su patrón--, que a finales de febrero animó un debate y dio a luz la idea fundacional del movimiento: "La mejor manera de meter miedo a los de arriba es no irse a casa después de la manifestación, sino pasar la noche de pie".

Según el periodista polaco Maciek Wisniewski, lo más notable del movimiento ND es su esfuerzo de volver a hablar de los conflictos a partir de sus auténticas causas económicas, sociales y políticas, como al inicio de la crisis, pero que quedó eclipsado por la contraofensiva reaccionaria que sirviéndose de los atentados terroristas y de la crisis de los refugiados; y fomentando los discursos de islamofobia y terror, pretendía estabilizar al sistema. Este esfuerzo es destacable al producirse en el aún vigente estado de excepción instaurado tras los atentados yihadistas en París, algo que no le impidió desafiar las narrativas de guerra y miedo, desplazar al islam radical como el enemigo principal y criticar al capitalismo, poniendo nerviosa a la burguesía francesa.

Desde el principio, el movimiento fue víctima de un apagón informativo: algunos de los grandes medios no le dieron ninguna cobertura. El contraataque ideológico no se hizo esperar: Alain Finkielkraut, principal filósofo de la derecha --tras ser abucheado y expulsado de una de sus reuniones-- acusó a ND de "querer matar el espíritu del 11 de enero" (fecha de la gran marcha encabezada por Hollande tras los ataques a Charlie Hebdo). La unión nacional fue un intento de resucitar la lógica de union sacrée, tregua política durante la Primera Guerra, en que la izquierda (con la excepción de Jean Jaurès) cerró filas con el gobierno en nombre del patriotismo. El movimiento ND no ha mordido el anzuelo del fantasma del patriotismo.

Recurriendo de nuevo a Wisniewski, Walter Benjamin dijo que el capitalismo nos durmió y que para entender lo que nos pasa necesitamos despertarnos. En sentido contrario, Jonathan Crary argumenta que la expansión del capitalismo en el siglo XXI destruyó el sueño --para trabajar/producir/consumir más-- y que el sueño es subversivo e incompatible con el capitalismo. ND reúne ambos enfoques: por un lado llama a despertar y recuperar el insomnio como herramienta de concienciación, algo que resonó en palabras de Frédèric Lordon en su primera asamblea: ¡Gracias ,El Khomri, Valls y Hollande, gracias! ¡Gracias por despertarnos de nuestro sueño político...!; por otro, su principal lema (g)rˆve générale (huelga general), es un juego de palabras que significa también sueño universal (¡para hacer la revolución hay que soñar!).

Profesor de instituto