Tal vez se deba a una conjunción de los astros (Saturno, el planeta del dios del tiempo que todo lo destruye, se alineará en diciembre con el Sol y los astrólogos, esa gente tan curiosa, auguran calamidades) o al cambio climático (cada año hace más calor y las altas temperaturas suelen afectar al buen funcionamiento del cerebro), pero el caso es que la casta política española anda empeñada en librar una reñida competición por ver quién protagoniza el mayor despropósito y el ridículo más esperpéntico.

Así, los voceros del PP, menudos son ellos, rechazan la comisión del Congreso que va a investigar la financiación, a todas luces irregular cuando no corrupta, de ese partido, alegando que se trata de un proceso inquisitorial. No recuerdan que consiguieron el gobierno gracias a un acuerdo con Ciudadanos, que incluía la creación de esa comisión, cuya constitución votaron además a favor. Pero, a la vez que califican de «causa general» las críticas de la oposición, proponen que en el Senado, donde disfrutan de mayoría absoluta gracias al injusto reparto electoral, se constituyan comisiones inquisitoriales para investigar la financiación de los demás partidos; es decir, una incoherencia absoluta.

Los nuevos mandamases del PSOE, crecidos por la victoria de Pedro Sánchez, lanzan cantos de sirena a los votantes de izquierdas, pero sostienen un sistema injusto y podrido, en el que la responden a la renovación que han pedido las bases con que Patxi López siga formando parte del aparato socialdemócrata, y a vivir unos cuantos años más del erario público.

Los centristas, o liberales, o social liberales, o social cristianos -¡o vaya usted a saber qué!- de Ciudadanos ponen como chupa de dómine a los del PP y los tachan de corruptos y ladrones día sí día también, pero los mantienen en el poder y los apuntalan en el gobierno del Estado, en el de las Comunidades de Madrid y de Murcia y en no pocos ayuntamientos.

Los de Podemos, no se sabe si comunistas, socialistas, social comunistas, transversales o alternativos, a falta de programa e ideas, saltan de ocurrencia en ocurrencia, ora concediendo la medalla de Cádiz a la Virgen del Rosario, una decisión propia de repúblicas bananeras y de Estados nacional católicos, ora vacilando sobre si apoyar, o no, o a lo mejor, o quién sabe, la autodeterminación de Cataluña.

Y así anda el país, sumido en una modorra general, carente de ilusiones, sin esperanzas colectivas, sin afán de ganar el futuro y sin más horizonte vital que ver amanecer otro día.

*Escritor e historiador