Uno de los edificios singulares de la Expo fue el pabellón de España, una obra arquitectónica que recibió los reconocimientos más elevados. Propiedad del Gobierno central, siete años después, la dificultad para dotarlo de contenido y el abandono en su mantenimiento está acabando por convertirlo en un elemento de choque entre instituciones. Si el Gobierno de Aragón lo declaró Bien de Interés Cultural, una iniciativa que el ayuntamiento considera que se hizo para no pagar el IBI, ahora es el consistorio el que reclama el mantenimiento por estar catalogado. Y el edificio ahí sigue, deteriorándose.