Los hombres se entienden hablando… siempre que sean responsables; es decir, que escuchen con atención y respondan con respeto a quien les habla. Que no basta con oír como quien oye llover, sin mojarse. Que entrar en diálogo es comprometerse con la palabra y en la palabra cabal -que no es tuya ni mía, sino de los dos y entre ambos- y lo demás apenas parlotear como loros: repetir acaso, pero nunca responder. Es como ponerse a silbar por hacer algo aunque sea para hacerse el distraído, y en todo caso distraerse sin escuchar dejando que el tiempo pase vacío... hasta que deje de llover o de sembrar el otro. Pero no hay palabra viva, diálogo; ni pan que se comparta, compañero. Ni convivencia, humanidad, tierra del común habitada y cultivada por nosotros, ni cosecha, ni sentido....si cada uno se traga lo que dice y se come solo lo suyo hasta la simiente sin escuchar a nadie.

Amortizada la tradición viva y enterrada en el «depósito de una traición» nada santa, liquidada la historia y sin salida con lo mucho que queda por hacer, enrollados y encerrados como balas perdidas -sin «nosotros»- no hay conversación ni convivencia, nada que compartir ni modo de entenderse: ni medio ni remedio, queda solo el ruido, el silbido de las balas y el escándalo mudo -terco y seco, duro y sordo- que cierra el paso a la palabra cabal. Lo contrario del silencio que la acoge o piedra que la rechaza y la mata callando. Pero eso es el desierto de la vida, donde no queda del profeta ni la voz ni el eco de su palabra. Sin acorde y sin acuerdos, queda el ruido que sale de la garganta cuando la boca no muerde. Y si muerde, la barbarie que es peor: la violencia que mata sin decir esta boca es mía. Queda solo el rencor y el corazón callado y encerrado, sin salida y encallado a las orillas de un mar proceloso intransitable.

¿Qué es el hombre? Una antropología filosófica que se precie no está a la altura de su cometido si considera al hombre en general como un objeto, aunque lo trate como el animal más perfecto entre los animales. Porque el hombre es en cada caso una persona y, por tanto, esencialmente un sujeto singular, como tú mismo lector amigo a quien no tengo el gusto de conocer. Como yo, así tú . Pretender conocer al hombre y hablar sobre él en general sin escucharle, prejuzgar a alguien sin advertir la diferencia entre quien y quien es violencia que degrada a quien la practica y ofende a quien la padece. La antropología filosófica bien entendida es por eso reflexión y diálogo, habla del hombre que uno es: se expresa, y del hombre con quien es y a quien escucha.

El filósofo no es un observador imparcial en este caso, entra en la cuestión. Y la antropología viene a ser así también literalmente «palabra del hombre» en el mundo de la vida: palabra compartida que nos pone en marcha hacia nosotros mismos, diálogo abierto que nos abre. En el diálogo actúa una fuerza que separa las aguas y reúne al pueblo en el camino, que deja atrás el silencio que nos muerde los talones y alimenta la esperanza como el pan de cada día. El diálogo es la palabra que va y viene, hasta que venga si es que viene la palabra definitiva. Mientras tanto está por ver a donde vamos. Y está visto que, sin él, no llegaremos a casa. Extraviados así, nosotros, ni tan siquiera podemos encontrarnos... perdidos.

Nadie que quiera saber qué es y quién sea él como hombre puede quedarse al margen de la cuestión. ¿Por qué no hablamos? Porque no pensamos y, sobre todo, porque pasamos de los otros y nos perdemos por ahí como objetos no identificados. Porque vamos disparados cada cual a su bola sin parar ni reparar en nada y en nadie, ¡y tonto el último¡ Porque nos pasamos de un extremo a otro: de un individualismo onanista a un colectivismo gregario. Hay quien se pierde y se pudre en el agujero del individualismo sin casarse con nadie, hasta el absurdo de celebrar bodas consigo mismo. Mientras otros se refugian en un colectivismo gregario que los consume sin comerlo ni beberlo, sin encontrare perdidos tan siquiera: sin pensar en nada y en nadie personalmente. Como bien dijo ya Martin Buber hace 76 años: «El individualismo no ve al hombre más que en relación consigo mismo; pero el colectivismo no ve al hombre, no ve más que a la «sociedad». En un caso el rostro humano se halla desfigurado, en el otro oculto». El hombre solo es hombre con el hombre; es decir, como persona. Porque no hay yo sin tú, y todos nosotros nos vamos encontrando en un nosotros cada vez más amplio. El camino es el diálogo, y la casa común la humanidad que nos hace humanos.

*Filósofo