El viernes, en la rueda de prensa previa al encuentro, Ranko Popovic aseguró que ningún responsable directivo del club le había trasladado que su puesto corría serio peligro ante la Ponferradina. Es habitual que en estos casos el damnificado sea el último en enterarse. Pero el entrenador saberlo lo sabía, incluso sin que nadie se lo dijera. Sus decisiones prepartido son consecuencia de una situación límite, especialmente la que tomó con Diamanka. El senegalés, al que olvidó en el fondo del armario durante las cinco primeras jornadas, en las que lo sacrificó por Aria, llevaba fuera dos semanas como consecuencia de una lesión. Su ausencia coincidió con dos derrotas del Real Zaragoza, ante el Valladolid y en Alcorcón.

Popovic recurrió a Diamanka a toda costa. El precio fue doble. Al técnico le salió barato porque el futbolista le salvó el pellejo en una primera parte extraordinaria, haciendo estragos en los espacios, rompiendo líneas, asociándose, llegando, dinamizando la zona de tres cuartos y siendo el origen de los dos goles, especialmente el segundo en el que entró en la defensa rival como un cuchillo en la mantequilla generando una situación de ventaja que terminó en el tanto de Ortuño.

Y al Real Zaragoza le costó caro porque el riesgo de hacer jugar a Diamanka se pagó a un precio muy alto al inicio de la segunda parte. "La lesión pinta mal", afirmó luego el serbio. No había mañana para Popovic. El senegalés fue el mártir. Se dará por bien pagado, pero la decisión le puede salir cara.