La diversidad de intereses, de opiniones, de realidades en una sociedad compleja exige la necesidad de pactar, de renunciar, de comprender la visión de los otros. En nuestra comunidad autónoma, desde el final de la pasada legislatura con el empuje de la actual consejera, el PSOE se ha empeñado en resucitar el non nato pacto que se abortó en los últimos días de Gabilondo como ministro de Educación. Ha sido el Consejo Escolar de Aragón quien ha recibido el encargo de elaborar la primera fase del proceso, lo que constituye el pacto social. Posteriormente, serán los representantes políticos quienes culminen el proceso con un acuerdo que, al menos durante tres o cuatro legislaturas, sea el faro que marque el horizonte a seguir para dar respuesta a los retos del siglo XXI.

La educación es una de esas realidades en la que claramente se manifiesta la diversidad de visiones existentes hacia donde dirigir nuestros esfuerzos. No obstante, lo que socialmente se reconoce es la necesidad de pactar, de acordar, de renunciar a alguno de nuestros objetivos y de repartirse el pastel de las ideas. Pero esta es la mayor dificultad: renunciar, ponerse en el lugar del otro, respetar las ideas del otro. En nuestro Parlamento, se aplaude cuando hablan los nuestros y se patalea cuando lo hacen los adversarios, digan lo que digan. Desgraciadamente, venimos de una tradición caracterizada por momentos en los que el respeto se confundía con la sumisión a los preceptos de la dictadura. Éramos respetuosos por temor, no por convicción.

Sin embargo, el pacto exige generosidad, la aceptación de que no tenemos toda la razón, la ausencia de líneas rojas, el reconocimiento del otro que puede tener una visión distinta a la que nosotros tenemos. Indudablemente, para alcanzar un pacto se precisa de tiempo y de agentes mediadores, porque en el pasado reciente ha habido muchos enfrentamientos en el ámbito educativo. El pacto también exige participación, precisa de la escucha activa, de intentar comprender los argumentos y las razones de los que piensan diferente a nosotros. El pacto exige tiempo para escuchar comprensivamente, pero también para deconstruir, para derribar los tradicionales enfrentamientos. El pacto exige de agentes mediadores que ayuden en este proceso que no resulta fácil porque aun existiendo puntos de consenso, a menudo, pero se difiere no solo en el qué, en el objetivo, sino que en otras ocasiones se difiere en el cómo y en el cuándo, en el procedimiento a seguir para alcanzar los objetivos.

Para trabajar en este pacto social, el Consejo Escolar de Aragón se ha apoyado en cuatro grandes ejes: equidad, calidad, participación y planificación de la oferta educativa. La conjunción entre equidad y calidad parece ser un punto de acuerdo, aunque siempre es difícil equilibrar la balanza entre la excelencia y la justicia social. Hay acuerdo en que buscamos el éxito, pero diferimos en el camino a seguir para lograrlo. También coincidimos en la atención preferente a la escuela rural y en no olvidar la necesidad del aprendizaje a lo largo de la vida en una tan sociedad cambiante y exigente de necesidades de formación como la nuestra.

Pero no debemos ocultar el conflicto ni hacer el avestruz y, por lo tanto, identificar aquellos puntos en los que nos arrojamos la descalificación "¡Anda que tú!". Algunos de estos temas polémicos son viejos conocidos de todos: la educación para la ciudadanía o la obligatoriedad de la Religión, que lastraron el debate de la LOE; los intereses de padres frente a los de los trabajadores en el sector público; la necesidad de evaluar los elementos esenciales del currículo y del sistema escolar, frente a la defensa de intereses que superan el ámbito sindical; la convivencia entre el sector público y el privado establecida en la negociación de hace 40 años en la Constitución y la derivación en la oferta escolar de no construir ni clubs ni guetos, de no discriminar a los niños según su origen. ¡Ah! Y no nos olvidemos de la financiación. En los principios podemos coincidir, pero luego deberán reflejarse en la ley de presupuestos.

Por tanto, la tarea no es sencilla pero es muy necesaria. Las urnas de las elecciones políticas nos han demostrado que existen más de dos grandes visiones en el modo de abordar las cuestiones políticas y, en consecuencia, el diálogo debe ser prioritario a las posiciones excluyentes. Ya no son válidas aquellas expresiones que utilizábamos cuando se jugaba en la calle: "Si vas con fulanito, no puedes venir conmigo". Las relaciones interpersonales son más complejas que las posturas maniqueas.

Una vez alcanzado el pacto social será más factible que nuestros representantes alcancen el pacto político. Lo que es evidente es la coincidencia en la importancia de la educación para afrontar los retos del futuro. Lo que también está claro es que el acuerdo, el pacto no es fácil de alcanzar, pero finalmente resulta más que satisfactorio y gratificante conseguirlo.

Decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza