El resultado de las pasadas elecciones en Andalucía ha dejado un panorama político complicado. A pesar de la caída del PSOE (ha perdido el 5% de los votos aunque ha ganado las elecciones) y la debacle del PP, el bipartidismo mantiene un porcentaje superior al 50% de los votos y escaños. El PSOE tiene por delante un horizonte complejo, pero los demás partidos tampoco lo tienen fácil. El socialismo andaluz presenta casos de corrupción hasta en las entrañas. El escándalo de la exdelegada de empleo de la Junta de Andalucía en Jaén, la presunta delincuente Irene Sabalete, pidiendo hace tres años a los trabajadores que dejen su trabajo para ir a pedir el voto para los socialistas, como hacen los testigos de Jehová, es de una indecencia insoportable. El PP, también manchado por escándalos de corrupción, ya ha dicho que es probable que deje gobernar a los socialistas, claro que, dados sus resultados, su posición en Andalucía resulta irrelevante, como le ocurre a Izquierda Unida. Podemos, que ha obtenido un notable éxito pero menor del que se auguraba, puede abstenerse y dejar que los socialistas gobiernen en minoría, aunque tampoco sería suficiente; pero sus votantes no consienten la corrupción, de modo que perdería muchos votos y provocaría un gran desencanto si facilita un gobierno del PSOE en Andalucía. Ciudadanos, que ha irrumpido con fuerza, ha marcado una línea roja para apoyar al PSOE: que abandonen sus escaños en el Congreso y el Senado los expresidentes Chaves y Griñán. Con ese lío, es probable que, al final, Susana Díaz gobierne en solitario, porque si no, habría que convocar nuevas elecciones y podría suceder que los andaluces decidieran otorgar mayoría absoluta a los socialistas para evitar más incertidumbres. Las elecciones autonómicas de Aragón están a la vuelta de la esquina, y los resultados pueden ser similares a los de Andalucía, quizás intercambiando los porcentajes del PSOE y PP y añadiendo algunos diputados de CHA y del PAR. En cualquier caso, la descomposición del bipartidismo, si se concreta, va a provocar que los dirigentes de los partidos emergentes se apliquen con mucho criterio y no poca serenidad, si pretenden ser, de verdad, una alternativa a esos dos dinosaurios, PP y PSOE, que andan heridos de corrupción pero que mantienen, de momento, una posición destacada. ¿Qué harán los partidos de la oposición en Andalucía? ¿Tendrá su efecto en Aragón y en el resto de España? Un verdadero dilema.

*Historiador