Fue el de Javier Lambán un discurso cuajado y medido que habría de tener hoy su continuidad en el turno de réplica de los grupos parlamentarios para no quedarse corto. Las buenas intenciones, a quien aspira a presidir una comunidad autónoma, se le presuponen. No así la idoneidad de sus proyectos o la aceptación de sus ideas, en un espacio y un tiempo cambiantes ante un parlamento fragmentado. Comenzó su discurso el futuro presidente recordando las enseñanzas quijotescas sobre la sangre y la virtud descritas por Cervantes y acabó con una apelación a la memoria de Santiago Ramón y Cajal, pasando por clásicos en sus discursos como Azaña o Tocqueville y nuevos incorporados como Piketty o el Papa Francisco, del que, dijo, no hace falta ser creyente para admirar su "sesgo humanista e ilustrado".

Entre cita y cita, el candidato socialista a dirigir la comunidad esbozó un programa de gobierno que tendrá como objetivos, por este orden, mejorar la cohesión social, consolidar los servicios públicos, incentivar el empleo y la economía, garantizar la higiene democrática y modificar la arquitectura institucional y las relaciones de la DGA con el Estado. Le faltó precisión, pero en el primer ámbito comprometió dos medidas potentes exigidas por un Pablo Echenique que ayer estuvo particularmente modoso: una renta social básica y una ley de medidas extraordinarias y coyunturales para la inclusión. Se supone que hoy concretará el articulado que, según se comprometió, afianzará la estabilidad social de una comunidad golpeada por la crisis y por los recortes de Luisa F. Rudi.

En el terreno del empleo bosquejó el anuncio de una ley de emprendedores y la creación de una comisión de expertos para la diversificación y el cambio del modelo productivo aragonés, donde sectores aparentemente menores como la cultura cobrarán un mayor peso. En higiene democrática, como pactó con Podemos, CHA e IU, prometió una ley de lucha contra la corrupción, el clientelismo y el despilfarro y cuna oficina de lucha contra la corrupción.

En cuanto a la arquitectura institucional, Lambán fue más etéreo. Abogó por mejorar la relación con el Estado, con una petición activa de participar en el reparto de los ingresos por IVA e IRPF, y por aprobar ya una ley de capitalidad para Zaragoza. En cambio, pasó de puntillas por las duplicidades administrativas, y se limitó a defender el papel clave del municipio sin abordar el solapamiento de las comarcas con las diputaciones provinciales. Quizás sepa que el cumplimiento de la palabra dada será tan esencial como el alcance de las medidas adoptadas. Y que un presidente con 18 votos sobre 67 tiene que ser prudente, comedido y generoso, sumando voluntades permanentemente.