Por más que algunos lo repitan una y otra vez, y así lo proclame la Constitución, en España ni la justicia es igual para todos, ni todos los españoles somos iguales ante la ley. Por el mismo delito, y no solo me refiero a que la Audiencia Nacional haya enviado a la cárcel de manera incondicional a unos (los exconsejeros del Gobierno de Cataluña) y haya dejado en libertad a otros (los miembros de la mesa del Parlamento, unos con fianza y otros sin ella), sino a que hay españoles que son condenados a una velocidad de vértigo y van de inmediato a la cárcel, y hay otros delincuentes, condenados en firme a penas de varios años de prisión, que gracias a poder pagar carísimos gabinetes de abogados o vaya usted a saber el porqué, andan libres sin pisar una celda, recurso tras recurso, apelación tras apelación.

Es verdad, y plausible, que nuestro sistema judicial está lleno de garantías procesales, pero también lo es que los jueces aplican diferentes varas de medir en no pocos casos.

Por otra parte, la hipocresía suele ser norma habitual de comportamiento en la casta política, que suele «entender» y incluso justificar casos delictivos entre sus conmilitones, mientras arremete con toda virulencia verbal cuando el problema anida en los del bando contrario. Y por si todo este desajuste fuera poco, no faltan los iluminados y los hinchas que interpretan la justicia, la ley y el derecho, y su aplicación, en función de su afiliación política.

Estos días se ha escuchado a muchos dirigentes independentistas declarar que la ley es legítima o no según les convenga a sus intereses, pero también han dicho algunos ministros del gobierno de España, entre ellos el del Interior, decir que hay que tener en cuenta el «contexto social» a la hora de aplicar la ley.

No sé bien cómo se mide el «contexto social», y mucho menos cómo se aplica la ley según un contexto social determinado. Supongo que el subconsciente del señor ministro le ha gastado una mala pasada, y lo que estaba pensando el titular de Interior es que los jueces, y él lo es, deberían aplicar las leyes en función de si hay o no una campaña electoral a la vista.

Las leyes son textos fríos compuestos por palabras, y aunque se diga que «tienen espíritu», no conozco de ningún objeto inanimado que lo posea. En todo caso, son los jueces, seres humanos dotados, unos más que otros, de espiritualidad, los que aplican las leyes. Y a la vista de los resultados, tengo la impresión que no todos usan la misma vara de medir, mejor dicho, el mismo espíritu.

*Escritor e historiador