Han distorsionado tanto la realidad las autoridades catalanas que una orden judicial encaminada a frenar el referéndum ilegal distorsionó ayer la imagen de la Cataluña trabajadora y cumplidora. Mientras la Guardia Civil registraba organismos de la Generalitat, miles de personas abandonaban la feina para ocupar las calles, desde la Rambla hasta Vía Layetana pasando por la Gran Vía. Deforma la realidad Puigdemont, con corbata de luto, al acusar al Estado de suspender el autogobierno de Cataluña cuando fue la presidenta del Parlament la que fulminó el Estatut violando todas las garantías constitucionales de los diputados. Y la deforma Colau cuando habla de Cataluña “como un solo pueblo” ninguneando a más de la mitad de los catalanes que no son separatistas. La alcaldesa de Barcelona trampea la realidad con su apoyo a los alcaldes secesionistas y su desprecio a los no independentistas que sufren acoso y amenazas, y se les señala colgados de una soga. Pero el Estado no puede distorsionar la realidad ni hacer trampas. La acción de la Justicia es inevitable para proteger al todo que no es esa parte. A esos alcaldes y concejales del PSC, del PP y C’s que están en el punto de mira. “Los socialistas no deberían ni poder salir de casa, hay que fusilarlos”, le han escrito al alcalde de Bagá. “Marchaos a vuestra tierra, muertos de hambre”, le gritan a la alcaldesa de Santa Coloma, una “charnega de mierda” nacida en Barcelona. Lo más grave no es el referéndum ni el dos de octubre. Lo verdaderamente desgarrador es recomponer todo lo que se ha roto.

*Periodista