Acabo de leer el relato de Stefan Zweig sobre Magallanes, el hombre que sólo quería descubrir el camino para ir y volver a las islas de las especias y que propició la primera vuelta al mundo por la mar oceánica, algo parecido a lo que le pasó a Colón que buscaba la ruta del Oeste para alcanzar las Indias asiáticas y lo que descubrió fue un continente desconocido para Europa y al que acabarían llamando- América,no Colombia. Los dos navegantes intentaron emprender sus respectivos sueños bajo el pabellón portugués y los dos acabaron al servicio de la Corona española porque Portugal desconfiaba de ellos.

Aquellos dos torpes rechazos, hicieron que correspondiese a España, la gloria de tan sobresalientes empresas; en 1492 el hallazgo del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón y en 1522, la primera vuelta al orbe entero,probándose que "todos los mares forman un solo mary que la tierra es una esfera giratoria". Fue Magallanes el que se reservaba tal intuición y fueron Elcano y sus dieciocho marineros supervivientes,que culminaron aquella inmensa travesía.

Stefan Zweig,sentía por la figura de Magallanes, una predilección que hasta le hacía ignorar los defectos de los que adolecía su biografiado. Magallanes solía reservarse todas las informaciones oceánicas que obtenía, unas ciertas y otras fabulosas, sin compartirlas con nadie. La escuela de grandes marineros que había creado Enrique el Navegante, procuraba a sus emprendedores, capitanes y pilotos, una información y no tan reservada como la de Magallanes que todo lo guardaba. En tal sentido, todo dependía de Magallanes que, valiendo tanto como navegante, no gozaba a bordo, de la confianza que merecía el riesgo común.

Magallanes,un excepcional hombre de mar, no confiaba en su gente y acaso ese fue el motivo de su fatal destino. En una de las escasas ocasiones en las que reunió a sus capitanes no por creerlo necesario sino para tenerles alguna consideración, les habló de un plan de combate que había ideado contra la parte rebelde de la isla de Baztán; el plan era tan disparatado que Serrao,uno de sus lugartenientes, tuvo que recordarle que el viaje que hacían no era para cristianizar ni para guerrear con país alguno; Carlos I solamente les había encomendado dar con las islas Malucas, las islas de las especiería.

Pero Magallanes, hombre jactancioso, no quiso dar importancia a las advertencias de sus oficiales ni cuando le indicaron que a sus cincuenta y un años, cojitranco y cuya vida era decisiva para los demás, no debía arriesgarse a la peripecia que le costaría la vida. Elcano que era un experto piloto, que se opuso a Magallanes para que no se desobedecieran las instrucciones escritas del Emperador, que autorizó la empresa como una operación mercantil ni militar ni apostólica sino sólo para encabezar en Europa el comercio de la especiería.

Al César Carlos le bastaba con la guerra con Lutero y su gente más las inevitables del Nuevo Mundo, para ensayar otras ni siquiera contra aquellos pobres diablos de la isla del Mactán a los que Magallanes, ahito de soberbia y ayuno de saberes castrenses,creyó capaz de vencer sin contar siquiera con la ayuda que le ofreció el otro reyezuelo de la isla. Apedradas y lanzazos murió Magallanes, por no comprender sus limitaciones.

Stefan Zweig entusiasmado con la personalidad de Magallanes, no pudo ver, los graves defectos que taraban su carácter mientras mientras Elcano acabó de almirante de la nave Victoria, la única que les quedaba y que con sólo dieciocho hombres a bordo, fondearía en el Guadalquivir, a los tres años menos doce días de partida y ahora, con una carga de 520 quintales de especias que bastaron para cubrir gastos y dejar beneficios comerciales.

En la cámara del capitán del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano, Agustín de Foxá dedicó "a los gloriosas marinos del Elcano",estos dos tercetos: "Fragata juvenil,blanca y esbelta /que con novios de espuma a tus costados/llevas el nombre y el viril aliento/ de quién al mundo dio su primer vuelta/aquel que está enterrado a tantos grados/de latitud y es su epitafio el viento". Al en su día Comandante del Buque Escuela y luego Almirante General Sebastián, Zaragoza Soto, debo el conocimiento de esos tercetos, hace ya unos años pero se los agradeceré siempre; esté donde está ahí va mi abrazo de amigo.