Hablo de las dos vías del catalán, para poner de relieve que nada se opone a que lo parlen allí o aquí cuantos lo deseen, si bien nunca a costa de tenerlo que financiar Aragón porque algunos lo hablen y los demás lo respetemos.

Todos necesitamos del español común para entendernos, mientras que, para no entendernos entre nosotros mismos, sería más recomendable refugiarnos en lo más vernáculo de cada sitio. Nadie puede ser obligado a perder las propias raíces; ninguna ley ni pacto de partidos podría imponernos eso de hablar lenguajes ajenos aunque próximos, pero algo de ello se está cociendo, inmotivadamente, ¡en la Aljafería!

"No pasa nada por hablar en catalán" oí decir el otro día; ¡eso faltaba, que pasara algo! No obstante, sí puede pasar mucho si se insiste en introducirlo empleando furtivamente, el sabido método del caballo de Troya.

Desde la Generalitat catalana nos dan demasiados ejemplos de lo que verdaderamente quieren. Los aragoneses libres no debemos ni callar ni otorgar aunque parezcan hacerlo la mayoría de nuestros parlamentarios. ¿A quién servirían los parlamentarios de Aragón si apoyaran esa trapisonda o se abstuvieran exquisitamente, de oponerse?

Las dos vías del catalán son bastante claras: una estriba en conciliar el amor a lo propio con el respeto a lo ajeno y el uso del español común sin reticencias. Otra consiste en intentar el imposible de sumergir a los niños desde chiquitos, en el catalán que, con todos los respetos, nunca podría ser nuestra lengua universal. Dentro de la inmersión que algún centro imponga casi manu militari, asombra que nuestros vecinos permitan que sus centros puedan extender al recreo, como una actividad educativa más, el uso obligado del catalán sin permitir que, al menos a la hora del recreo, se considerase ese tiempo como relativamente libre y que cada escolar pudiese emplear el gallego, el euskera y hasta el español común, para decirle al compañero, "tu la llevas".

Otra interpretación de la pauta docente aunque fuera legal, que lo dudo, humana y cívicamente sería intolerable. La educación que no enseñe a ser libre y a compartir valores, no enseñaría lo principal y haría del niño sometido a presiones sectarias un mero robot. Considero que los alumnos que no empleen el catalán como lengua materna tampoco deben ser compelidos a hablar con tal pauta excluyente que más parecería cadena solo apta para incubar en niños y niñas diferencias y rencores de uno u otro signo. ¿Ellos verán? Pues sí, ellos verán, pero nosotros también deberíamos verlo a tiempo de evitar que nos envuelvan en conflictos irracionales.

¿Por qué tendríamos que colaborar con política tan inmoderada? No es cierto que Aragón esté obligado a elaborar una ley de lenguas en la que se reconozca el aragonés y el catalán. Además, ponerlos al mismo nivel es inadmisible. El Estatuto, que está por encima de las leyes ordinarias, solo permite proteger las "lenguas propias"; lo demás es error, picardía de unos y cobardía de otros.

Con esa insólita proposición de ley del PSOE, de origen tan sospechoso, se está probando nuestra resistencia al pancatalanismo; se trata de introducir el catalán con limitaciones, "en cómodos plazos" y dejando ladinamente para más adelante, otros esfuerzos continuistas de idéntica catadura; la Generalitat catalana, cuyo equipo de gobierno actual es más confuso que gallardo, lucha por salvar en el Tribunal Constitucional un Estatuto no solamente autonomista y que de salir de allí como entró, volvería a restringir los derechos lingüísticos de los ciudadanos catalanes aunque no catalanes de lengua particular.

Leo en un periódico barcelonés que la cultura no tiene precio y que no se explica que los aragoneses no queramos ser más cultos aprendiendo catalán. Más vale no reírse; ese tiempo que nos llevara aprenderlo (bastantes lo saben o lo entienden), también podríamos emplearlo en aprender ruso, pongo por caso, porque para entendernos entre nosotros ya disponemos del español común y lo demás es secundario.

Pero se tiene la impresión de que aquella Generalitat no quiere enriquecer la aptitud lingüística de sus ciudadanos sino hacer frente al español común o sea, tirar piedras contra el tejado que a todos nos permite ser entendidos en el mundo y entendernos entre nosotros.