Conocía poco de la vida de Hamsun aunque hace muchos años, tantos como pasaron desde los tiempos de mi bachillerato, leí Hambre, acaso la más famosa de sus novelas y creo que la única suya que he leído. Fue premio Nobel de Literatura en 1920 y un noruego cuya nombradía illo témpore, alcanzó una merecida popularidad perdida sólo, por penosas razones políticas.

Viendo hace poco una película de los años noventa sobre la relación de Hamsun con la Alemania hitleriana de los años treinta y cuarenta, me acerqué, sin premeditación, al capítulo más triste de la existencia de aquel novelista y que uno ignoraba por completo. Era desde luego, muy difícil que en la Segunda Guerra Mundial, Hamsun congeniara con los ingleses, a los que aborrecía, suponiéndoles culpables de la hambruna que padecieron los noruegos en la Primera Guerra Mundial.

Lo que se narra en esa cinta, intenta explicar qué factores motivaron probablemente, el destino catastrófico que tuvo la vida de Hamsun: su atracción por Alemania, la guerra del 39-45, la fatigosa memoria de la anterior y hasta el desigual temperamento del escritor que le llevase a desbaratar la convivencia en el seno de su propia familia, tratando a esposa e hijos con una actitud arrogante y dando preferencia a su obra, sobre todos aquellos juntos.

La infancia y juventud de Hamsun debieron ser arduas. Leo que sólo fue a la escuela durante 252 días aunque debió aprovecharlos muy satisfactoriamente, que pasó mucha hambre, de manera que escribió sobre ella sin apenas esforzarse para novelar sus experiencias y que ejerció en USA, cien bajos oficios pero soñando tenazmente, con emular a su compatriota Ibsen.

HAMSUN DEBÍA SER persona dotada de una férrea voluntad sin la que nadie asciende. La película a la que me refiero es, a mi juicio, un buen y estremecedor relato que ayuda a meditar sobre las guerras, sobre la desolación que conllevan y sobre la dificultad de ser en ellas, uno mismo para lo bueno y para lo malo. Tampoco resulta sencillo ser imparcial. La neutralidad en la guerra suele practicarse más táctica que sinceramente; he leído que en nuestra guerra civil, a los de derechas, les mataban en la zona republicana y a los de izquierdas en la zona nacional pero que a los de centro, solían matarles en las dos zonas.

Hamsun ilusionándose algo quiméricamente, esperaba que tras la paz y la supuesta victoria de Alemania, que debía parecerle inexorable, Noruega desempeñaría en Europa un papel preeminente pero, aún en plena contienda, comprendió que no iba a ser ese el rol que le confiaría Alemania. No sé si fue cierta la entrevista que en la película se cuenta que mantuvo Hamsun con Hitler y de la que ambos salieran disgustados; de ser así, imagino que a partir de entonces, Hamsun empezó a intuir que en todo caso, él ya había perdido la guerra y que tan triste epílogo, clausuraría su vida útil. En las guerras además, no suelen participar demócratas en ejercicio.

Hamsun ciertamente salvó muchas vidas pero hizo también lo preciso para que lo reputaran colaborador de los nazis, como otros que luego lo negaron; ya se sabe que la verdad es polifacética y a veces, pariente próximo de la mentira. Hamsun fue sometido a diversas pruebas médicas, sobre todo psiquiátricas, a lo largo de tres años, antes de ser juzgado y es probable que ese período contribuyera a enfriar pasiones y a evitar que muriera en el paredón, un hombre que había sido adorado en su país.

Irónicamente hablando, cabría decir que en las guerras es indispensable elegir cuidadosamente el bando por el que se opte o al que se apunte el que sea, como "colaboracionista". Pétain, el héroe de Verdun en la IGM, fue condenado tras la IIGM por colaboracionista con los alemanes y lo mismo le habría sucedido a De Gaulle si hubiesen ganado los alemanes; tristemente inevitable.

Desearía que pasados ya más de ciento cincuenta años de su nacimiento, se disculparan los yerros políticos de Hamsun y se celebrara como antaño, cuanto significa su obra literaria. Optemos por el nobilísimo ejercicio de la paz. Me prometo leer otra novela de Hamsun, que su obra literaria es permanente y ajena por completo a las dolorosas peripecias de su autor, que tuvo la dignidad de no desmentirlas.