Después de tantos años de campañas de sensibilización en los colegios, los medios, en todos los ámbitos, falta aún mucho camino por recorrer en el campo de la reducción de residuos. Un mayor esfuerzo por parte de las empresas para reducir el packaging de sus productos no iría mal, y si se incentivara el reciclaje devolviendo el importe de los envases al consumidor seguro que se avanzaría mucho. Tener que pagar las bolsas de plástico es un paso significativo. Poco a poco nos vamos acostumbrando a llevar las reutilizables. También se han abierto muchas tiendas a granel, que reducen al máximo su uso. En Marruecos las bolsas de plástico eran un problema grave. Su uso no era mayor allí que aquí, pero los sistemas de recogida de basura --recogida, no reciclaje-- son muy deficitarios, de modo que el paisaje acababa sembrado de puntos negros ondeando al viento. Pues bien, esto se ha acabado, porque el Gobierno marroquí las ha prohibido. Ni campañas de información, ni educación medioambiental ni gastos en sensibilización. Prohibición y punto. Ahora los marroquís para ir a la compra usan sobres de papel, fiambreras para los productos frescos y capazos tradicionales. Hay bolsas, pero muy dosificadas. Le pregunté a un tendero de Nador si no las traía de Melilla y me dijo que eso sería contrabando ilegal, ya que también está prohibido importarlas. Es lo que tiene un Gobierno que no depende de la satisfacción de los ciudadanos para renovarse en las urnas, que puede tomar decisiones unilaterales como esta. Aquí una medida tan radical sería impensable.