Cuando una entidad u organización, en especial si es de carácter gremial, hace oír su voz, casi siempre lo hace para reivindicar o defender mejoras y privilegios; por ello es muy de agradecer que durante la celebración del Día Nacional de la Pediatría, este grupo de excelentes profesionales se haya mostrado más preocupado por la salud de sus pacientes que por la problemática de su ejercicio laboral. Los pediatras aspiran a dilatar el periodo de intervención de su actividad, que actualmente abarca desde el nacimiento hasta aproximadamente la pubertad cuando, según estos facultativos, sería aconsejable extenderla hasta la mayoría de edad. No se trataría tanto de una simple ampliación del intervalo, que bien pudiera engendrar un conflicto de intereses, sino de abrir una etapa intermedia de colaboración con los médicos de familia y otras especialidades, de tal forma que se aproveche ese inmenso caudal de conocimiento sobre la salud de un niño que el pediatra ha ido acumulando a través de los años. La confianza establecida en los albores de la infancia proporciona una complicidad entre médicos, niños y padres que puede ser de extrema utilidad en el diagnóstico de futuras dolencias; además, el conocimiento de la evolución de cada niño y del entorno en el que se desenvuelve su existencia pueden también ejercer una efectiva labor de prevención sobre algunos desajustes propios de la adolescencia y ligados a sus particulares vivencias, como la iniciación al consumo de alcohol, tabaquismo e, incluso, afinidad con la drogadicción. La medicina avanza con pasos de gigante, pero nunca debiera olvidar su base humanística y su conexión con las vivencias personales de cada paciente. En tal sentido, esta propuesta pediátrica parece de notable interés y buen juicio.

*EscritoraSFlb