En la interminable y tediosa polémica sobre el independentismo en Cataluña, el mayor problema político hoy planteado en la sociedad española, asombra comprobar cómo nadie se fija en lo que cualquiera puede ver: que los nacionalistas no nacen, se fabrican en el sistema educativo. Y cómo cierta izquierda cree, ingenuamente, que eso del derecho a decidir no está tan mal: a fin de cuentas, dicen, están en su casa y mientras no nos perjudiquen, que decidan. Pero es que sí perjudican. Y mucho.

Pasada la Transición, el nacionalismo catalán fue impulsado desde la Generalitat por Jordi Pujol mediante un plan a largo plazo que, durante 30 años, gracias a las competencias en cultura y educación recibidas desde el principio, le permitió reinterpretar la historia de España mediante dos instrumentos principales: la creación de un Museo de Historia de Cataluña y la manipulación de los textos de Historia de España. Este segundo aspecto, de una gravedad extraordinaria, ha permitido a la Generalitat, encargada de aprobar los libros de texto, la sustitución sistemática de la enseñanza de la historia de España por una historia de Cataluña que no tiene nada que ver con lo que se enseña en el resto del territorio español. Los periodistas harían bien en leer obras como la de Pedro Heras, hoy sospechosamente «desaparecida» del mercado, o la de Gabriel Tortella, en ambas el tema se trata ampliamente.

Sin embargo aquí y ahora me fijaré en el otro instrumento, el Museu d’Historia de Catalunya, para mostrar que este nacionalismo de escuela y museo sí afecta a Aragón. Y lo hace deliberadamente, dentro de una interpretación de la historia de Cataluña que, en las cartelas de los objetos expuestos, que muestran la intención interpretativa del creador del espacio museístico, omite toda referencia a cualquier elemento común con el resto de la historia española. En ese contexto las referencias a Aragón son pocas y muy discutibles, pero hay una que hace referencia al Aragón Oriental que dice así:

«El reino de Aragón tiene vinculaciones con Cataluña desde el siglo XII con una lengua y cultura diferentes. Ambos territorios forman entonces la Corona de Aragón o confederación catalano-aragonesa, que posteriormente se extiende por Valencia y las islas Baleares. Los territorios situados entre los ríos Cinca y Noguera Ribagorzana han sido reivindicados históricamente como frontera política y religiosa por ambos Estados. La lengua y la cultura catalanas son las propias de este conjunto de comarcas conocidas como Franja de Ponent (Franja de Poniente)».

Para los que no entiendan texto tan borroso, este en realidad dice lo siguiente: Aragón tiene lengua y cultura diferentes (de la catalana: no es de los nuestros) aunque formó una confederación con Cataluña (esto es falso); pero el Aragón Oriental «ha sido reivindicado históricamente» (o sea: los nacionalistas reivindicamos el Aragón Oriental) porque su lengua y cultura son las propias de Cataluña (ojo al «las»: excluye todo lo no catalán), y la zona es conocida como la Franja de Poniente u Occidental (es decir: es el oeste de Cataluña, no el este de Aragón).

El museo está pensado para la propaganda exterior y la educación interior, lo ven turistas extranjeros y unos 200.000 estudiantes catalanes al año: durante 20, 30 años han leido y recibido información de esta cartela unos tres millones de estudiantes de bachiller. Sin duda hay otros factores, pero el efecto mental de la educación es devastador: los niños de antaño son los votantes actuales. Todos han sido educados en que Cataluña no es España y en que esas tierras son catalanas y no aragonesas. Sí, una hipotética independencia de Cataluña tendrá efectos devastadores en Aragón: la presión política e identitaria sobre Aragón Oriental será mayor.

El nacionalismo catalán identifica nación con lengua (cuando le conviene) y con historia, y no tiene enfrente un nacionalismo español constitucional, constructivo. Mientras los conservadores sigan empeñados en no cerrar las heridas de la guerra civil, a los nacionalistas les será siempre muy fácil identificar nacionalismo español con franquismo. Mientras se traguen la falsa idea nacionalista de que solo hay identidad si hay una lengua propia, sin tomarse en serio que los aragoneses de habla catalana son tan aragoneses como los demás; y mientras ciertos sectores progresistas se crean eso de que el derecho a decidir es solo asunto de los catalanes, estaremos indefensos ante la amenaza del referéndum y la independencia. Es más necesario que nunca denunciar esta política nacionalista, combatir estas ideas y contraponerle un constitucionalismo cívico.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza