Robert Kagan es un americano de perfil apaisado, que parece ir por el mundo sin ninguna asignatura pendiente. Un hombre sin complejos, que sostiene sus ideas sin concesiones y con contundencia no desprovista de cierta cortesía formal. En un encuentro sobre Guerra y paz en el siglo XXI. Las relaciones transatlánticas, organizado por Narcís Serra y celebrado hace poco en Barcelona, reiteró Kagan su tesis de que, si bien europeos y norteamericanos tenemos los mismos orígenes --la Ilustración--, nos divide una distinta apreciación de la realidad.

Los europeos, a diferencia de los americanos, consideran que ya se ha avanzado mucho en la configuración de un orden global. En consecuencia, el unilateralismo americano es percibido por los europeos como una alteración injustificable de dicho orden. En cambio, para los norteamericanos su unilateralismo resulta inevitable, ya que, para avanzar en la configuración de un orden global aún embrionario, es preciso utilizar la fuerza.

Por tanto, es lógico que Estados Unidos actúe por sí solo en defensa de sus intereses, dado que aún no existe un orden global que los proteja. Es más, debe hacerlo para mantener su hegemonía. La conclusión de Kagan es famosa: Estados Unidos es unilateralista porque es fuerte y Europa es multilateralista porque es débil.

NO TODOSlos americanos mostraron tan berroqueñas convicciones. Así, John Ikenberry, un profesor de Georgetown con aspecto --pajarita incluida-- de personaje de ¡Qué bello es vivir! u otra comedia de Frank Capra, aportó una idea sugestiva: que la política occidental posterior a la segunda guerra mundial no se limitó a la búsqueda de la seguridad, sino que pretendió también crear las condiciones materiales precisas para que no se repitiese la crisis de los años 30. Es decir, la guerra fría no fue la única razón por la que se creó la Alianza Atlántica, sino que ésta también surgió con la pretensión de generar un orden justo. No es lo mismo que sostiene Kagan.

Pero, en medio del debate, siempre hay --en toda reunión-- un instante en el que se plantea la cuestión crucial. Así sucedió cuando Kagan, dirigiéndose a Anthony Giddens, le preguntó: "Si usted tuviese la seguridad absoluta de que Sadam Husein dispone de armas de destrucción masiva, y el Consejo de Seguridad denegase a Estados Unidos la autorización para atacar a Irak, ¿apoyaría o no la decisión de Estados Unidos de atacar desobedeciendo a la ONU?" Hasta este momento, Giddens había construido su discurso sobre la base de una afirmación discutible: la de que el nuevo terrorismo (iniciado el 11 de septiembre) tiene una naturaleza distinta al anterior, lo que obliga a luchar contra él. Con razón le recordó Javier Solana que ambos estaban hablando en una ciudad --Barcelona-- donde el viejo terrorismo puso una bomba en un supermercado. Con este punto de partida, no es extraño que Giddens, tras marear la perdiz, terminase admitiendo el derecho de Estados Unidos a atacar a Irak, aún sin permiso de la ONU.

Entonces, Kagan remachó el clavo y vino a decir que no puede perderse el tiempo con dengues y escrúpulos ante un riesgo grave e inminente de ser atacados con armas de destrucción masiva. Lo que significa que hay que poner orden en la aldea global y liquidar al pistolero sin reparar en medios, antes de pensar en leyes y jueces. Como en el viejo Oeste. Moral de frontera.

PERO NO ESasí. Ya es tiempo de conformar progresivamente un orden global, que ponga fin al vacío normativo que padecemos. Ello exige, de entrada, respetar las normas internacionales vigentes y acatar las decisiones de las instituciones supraestatales existentes. En consecuencia, la pregunta de Kagan sólo tiene una respuesta: hay que aceptar, en todo caso, la decisión del Consejo de Seguridad. Por lo que, si éste no autoriza el ataque a Irak, Estados Unidos no puede actuar por su cuenta, pese al apoyo --para mayor escarnio-- de 12 países. Y no cabe objetar que, con este criterio, nunca podría evitarse un mal grave e inminente. Esto no es cierto, pues resulta concorde con la idea de orden la posibilidad de salir al paso de un daño grave, siempre que la legítima defensa se haga efectiva por razones de urgencia y con criterios de proporcionalidad. ¿Se dan hoy estas circunstancias en Irak?

*Notario