Después de tanta traca con los coches oficiales, las escoltas y otros signos del lujo político, cuando Nieves Ibeas, jefa de filas de CHA en las Cortes de Aragón, ha renunciado al buga y al chófer, la reacción de muchos ha sido... carcajearse, aludir al escaso ahorro que supone el gesto e incluso llamarla demagoga. Verdaderamente esto es el no va más de la inconsecuencia y el desmadre mental. Porque, fíjense, incluso yo mismo, que de siempre he puesto en solfa la eliminación de unos gastos tan menores (comparados con otros), he valorado la decisión de Ibeas como un acto simbólico pero expresivo. Teniendo en cuenta que representa a un grupo de la oposición, ha llevado a cabo el único recorte que estaba en su mano. ¿Y ahora resulta que a eso lo llamamos demagogia?

Lo que pasa es que aquí hay gente que ni sabe lo que quiere ni está contenta con nada. Ha fraguado, sobre todo a partir de los medios de extrema derecha, una especie de Tea Party carpetovetónico que ejerce de manera individual (pero desde el anonimato) en el mundo virtual, y de forma colectiva en las manifas convocadas por los obispos y las asociaciones duras de las víctimas del terrorismo. Esta onda ácrata-reaccionaria ha cuajado en una especie de franquismo postmoderno, excitable y faltón. Darle satisfacción resulta imposible. Ni siquiera cuando mande Rajoy y el PSOE se hunda en la miseria llegará a relajarse del todo (aunque a lo mejor se tranquiliza un poco).

España (y Aragón la más famosa) está enfrentándose de malas maneras con una crisis que va por barrios. Y no sabemos qué pasará en el inmediato futuro. Todas las idioteces y barbaridades llevadas a cabo por los políticos para satisfacer las más bajas pasiones del electorado salen a flote: aves inviables, aeropuertos inservibles, proyectos demenciales. Pero también emerge la corrupción a granel, o la cara dura de esos directivos de las cajas-bancos (como los de Caja Madrid-Bankia), que después de reflotarse con dinero público se autoadjudican sueldos multimillonarios. En medio del guirigay, todo vale. Mejor será pues que ajustemos las ideas y empecemos saber qué queremos exactamente.