En plena canícula festiva, con las discomóviles y el toro Ratón celebrando a los santos patrones, el tiovivo político ha invertido las posiciones de sus alegres caballitos. El PP está ahora arriba y el PSOE, abajo. Por lo cual el primero de ambos partidos defiende las diputaciones provinciales que ahora domina y el segundo, habiéndolas perdido, las pone en cuestión, justo al revés de lo que pasaba antes. Ya hemos asistido a otros vaivenes similares, por la sencilla razón de que los partidos mayoritarios juegan con idénticos lugares comunes, carecen de programas propiamente dichos (o los han olvidado o los mantienen escondidos) y consideran, en la mejor tradición hispánica, que la ciudadanía es medio boba o en todo caso fácil de embobar.

En Aragón, sin ir más lejos, vamos a presenciar el habitual relevo ceremonial. El PP (en cuanto gane Rajoy las generales) pasará a defender el trato que el Gobierno central tenga a bien dispensarnos, mientras el PSOE se mostrará muy crítico y protestón. Serán los socialistas quienes exijan más compromiso de Madrid con la Travesía Central Pirenaica, más pantanos y el AVE a Teruel; o sea, igualito que venía haciendo la derecha hasta hoy. Por supuesto nadie tendrá bemoles ni sensatez como para plantearse de una vez para qué queremos la susodicha TCP, los embalses o la alta velocidad a granel; tampoco para lanzar un nuevo catálogo de reivindicaciones razonables y reclamarlas con energía en los ministerios aunque allí estén los de la misma cuerda. ¡Uuufff!, eso sería salirse del camino trillado, del argumentario simplón y del cliché de toda la vida. Un esfuerzo inaudito.

El PAR, quieto en su mata. Cambia de pareja y siempre está montado en el caballito ascendente. Maneja los estereotipos regionales como nadie y lo mismo se siente cómodo en las diputaciones provinciales que en los consejos comarcales, pues el caso es cortar bacalao y ejercer influencia.

De momento este baile de ajados (¡ajadísimos!) disfraces tiene su gracia porque estamos en agosto, que es mes feriado y verbenero. Pero en el otoño va a resultar una plasta. Y con el 20-N en perspectiva, ni les cuento.