Con la crisis acongojando al personal, lo del medio ambiente parece casi una fruslería, un vicio caro en época de escasez. Y sin embargo el brutal trato que se está dando a la naturaleza guarda una relación directa con la escasa calidad de nuestro desarrollo. Noticias como la relativa al hallazgo, en Cuarte, de un enorme vertedero ilegal ilustran sobre la triste realidad de un país (el nuestro) incapaz de mantener un mínimo nivel de normalidad ecológica. Para colmo, aquellos cientos de toneladas de residuos incontrolados amontonados en medio de un campo fueron días después enterrados (por el propietario de la finca, parece ser) sin que la correspondiente autoridad (Gobierno de Aragón) tuviera gran cosa que decir. Bestial.

La sequía asuela con exagerada facilidad esta cuenca del Ebro que tanto decimos amar. Caben serias dudas sobre la gestión de la CHE. Se han vaciado los embalses de cabecera que ahora exhiben en los valles del Pirineo el fango reseco de sus extensos y horrendos lechos. Un espectáculo dantesco. Hay ríos, como el Huerva a su paso por Tosos, que han sido exprimidos hasta su total agotamiento. El mismo Ebro a la altura de Zaragoza agoniza repleto de algas, convertido el presunto azud en un espeso charco saturado de nitratos.

Nadie tiene tiempo para reflexionar sobre este asunto. Las bolsas caen, la recesión acecha, la Opel se ha vuelto a constipar y la gente tiene miedo. En ese contexto, un río seco o un basurero ilegal no son asuntos que conmuevan a las mayorías. El PSOE no fue capaz de darle a España el giro verde que necesitaba este país para ponerse en línea con la Europa más avanzada. Y ahora el PP llega para deshacer lo poco que se hizo y meter la marcha atrás. La lucha contra el efecto invernadero ha de decaer (tal vez Rajoy se la encomiende a su primo, el negacionista), las nucleares no se cerrarán, el afán por favorecer a los emprendedores y simplificar los trámites que les afectan reducirá los requisitos medioambientales a las industrias y otras instalaciones. Con la que está cayendo (¡oh, frase odiosa!), a ver quién le pone trabas al progreso. Y menos mal que se pinchó la burbuja inmobiliaria.