Ayer, Rubalcaba y Rajoy cruzaron sus caminos en Zaragoza. Aquél esforzándose en invertir las tendencias electorales y éste saboreando el triunfo por anticipado. La victoria del PP se ha convertido en un axioma indiscutible, cosa hecha. Actos, mítines, conferencias programáticas y otras escenificaciones sólo son un ritual prescindible.

Está de moda describir y analizar el paisaje que ha de quedar tras la victoria conservadora. Recuerden además que después del 20-N vendrán las últimas elecciones de este cambio de ciclo (las andaluzas y las vascas) y el PSOE perderá sus últimos restos de poder institucional. El vuelco habrá sido completo y los socialistas no gobernarán ni España ni ninguna de sus comunidades ni casi ningún ayuntamiento relevante.

En vísperas de tan desequilibrada situación, los politólogos, inquietos por los efectos de la crisis financiera y por la emergencia de movimientos espontáneo-indignados tipo 15-M, despiezan los mecanismos de la gobernanza buscando las claves de la discutida legitimidad democrática. ¿Qué claves serán ésas, además del recuento de votos cada cuatro años? Hombre, uno se aferra a los conceptos clásicos: para que la elección de representantes no acabe siendo un mero formalismo, además de urnas hace falta que la división de poderes se haga efectiva, que los contrapoderes funcionen como tales (estoy pensando en los medios de comunicación), que la alternancia sea factible, que la sociedad civil esté organizada y tenga capacidad de intervención y de presión... es decir, que la democracia posea auténtica calidad y que el contrato social no sea un trágala impuesto por quienes mueven los hilos.

La inevitable victoria del PP acumulará en manos de dicho partido un poder sin precedentes. Con un PSOE hundido, se desdibujará la alternancia. Se ampliará la ya la notoria influencia de la derecha en la judicatura. Los medios de comunicación (sumidos en la miseria) deberán arrodillarse de grado o por fuerza Los poderes fácticos manejarán el cotarro. Y las organizaciones sociales (los sindicatos, sin ir más lejos) no levantarán cabeza.

(Continuará)