La sanidad pública española está ubicada en lo más alto de las estadísticas positivas internacionales. Es eficiente, es barata, tiene un alto nivel científico, es universal, es gratuita... Y sin embargo, los nuevos gobernantes de nuestro país consideran que no da la talla, que es cara y poco eficaz, que debe ser privatizada. "La sanidad privada --ha dicho la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi-- goza de mejor gestión". Chupaos ésa y venid por otra, queridos conciudadanos.

En las últimas cuarenta y ocho horas no he parado de aclarar dudas sobre tal cuestión. Porque el personal, cuando oye la misma cosa una y otra vez, acaba dándola por cierta. Y sin embargo todos los análisis oficiales, empezando por los que elabora la Organización Mundial de la Salud (OMS), dan no por buena sino por muy buena a la sanidad española. La pública, se comprende; porque en nuestro país la privada ocupa un lugar secundario, sólo es capaz de atender patologías menores y apenas dispone de media docena de centros hospitalarios de algún nivel. La atención a casos agudos, la investigación, la formación de especialistas, los transplantes... todo corresponde en exclusiva al sistema público. El privado está ahí para apaños sencillos, y lo mejor de su oferta no es la calidad de la atención ni la tecnología ni la fiabilidad... sino la hostelería. ¡Tienes una habitación para ti solo!

Por ejemplo: puedes ir a una clínica privada a parir, pero si la cosa se pone fea te subirán a una ambulancia y te llevarán corriendo... al maternoinfantil público. Ocurre a menudo, y con eso está dicho todo. Tal vez la señora Rudi lo ignore y sus recientes declaraciones sobre modelos sanitarios sean simple atrevimiento o una alegre concesión al argumentario neocón (y al chanchullo ultraliberal) que se gasta su partido.

Pero con las cosas de la salud no debería jugarse. Todos sabemos que hay planes para convertir la sanidad española en puro negocio y desmantelar el sistema universal y gratuito privatizándolo en nombre de la eficiencia. Esta crisis es un buen momento para hacer tal faena. Estamos acojonados y resulta fácil colarnos gato por liebre. A eso van doña Rudi y sus cuates.