No dije ayer nada sobre el nuevo Gobierno de España porque carezco de una opinión definida al respecto. Soraya es Soraya y Cañete es Cañete. Luego, tenemos un ministro de Economía, Luis de Guindos, que fue alto directivo y presidente para España y Portugal de Lehman Brothers poco antes de que dicho banco reventara y diese el pistoletazo de salida a la actual crisis financiera. Algunos pensarán que un tipo con semejante currículo debería estar inhabilitado para cualquier actuación de cara al público. Pero en estos tiempos, haber pasado por el Lehman o el Goldman&Sachs es un timbre de gloria, una patente de técnico. Ésta es la gente que triunfa hoy en Europa.

Hasta ahora resultaban inquietantes nuestras diferencias con casi todo lo que era normal en el resto del Viejo Continente. Por ejemplo, cuando construíamos más viviendas que los demás países de la UE juntos. O cuando invertíamos (e invertimos) en enseñanza, en gastos sociales o en I+D+i mucho menos que esos otros estados (Alemania, Francia, Holanda y tal) a los que luego hemos querido equipararnos en resultados económicos. O cuando organizábamos (y organizamos) cada año cuatro grandes premios de motos y dos de F-1, mientras las naciones que diseñan y fabrican los artefactos pertinentes se han limitado a montar un único sarao de cada especialidad. O cuando permitíamos (y permitimos) la existencia de un enorme monumento (construido con mano de obra esclava) a mayor gloria de un dictador fascista. Tales fenómenos sólo se daban aquí, lo cual siempre ha resultado chirriante y desmoralizador.

Esto va a cambiar. Mariano Rajoy ha acertado de pleno incluyendo a un tecnócrata (de derechas, por supuesto) en su flamante Ejecutivo. Imagínense qué situación tan incómoda si llega a poner al frente de la maltrecha economía patria a un profesional sin tacha ni contactos previos con la banca tóxica. Hubiese sido muy fuerte, una ruptura intolerable con el estilo que se lleva en el Banco Central Europeo. Sin embargo, sabiendo de qué guindo se cayó nuestro señor del ídem, el nuevo ministro, podemos estar tranquilos. Eso sí: crucen los dedos.