Estaba anunciado desde el principio de los tiempos que el nuevo Gobierno de Aragón sería remodelado a seis meses escasos de su toma de posesión, que Garcés, el audaz consejero de Hacienda, se iría a Madrid reclamado por sus amigos de la FAES y que harían hueco para meter en el grupo al amigo Arturo Aliaga, el lince de la estepa monegrina, madre política del proyecto Gran Scala (el padre fue Biel). Estos augurios fueron desmentidos una y otra vez por todos los interesados (salvo por Aliaga, que se moría, el buen hombre, por volver a un sillón del que ya tuvieron que sacarle con fórceps). No importa, finalmente lo anunciado se ha cumplido y de paso algunos departamentos de nuestro Ejecutivo autónomo serán reorganizados de arriba abajo. Esta movida ha descolocado a la presidenta Rudi y ha indignado a la oposición; pero al pueblo soberano se la trae al pairo porque el personal lleva una empanada mental de no te menees (y además está cagadico de miedo).

Mario Garcés se nos va cuando su primer presupuesto está siendo debatido en las Cortes. Ahí queda eso. De todas formas, el propio consejero saliente ya había dispuesto amortizar deuda por la simple vía de incumplir dicho presupuesto, que así ha de nacer como simple papel mojado, con una previsión de ingresos inverosímil, unos recortes caprichosos y una estructura tan continuista como obsoleta. El futuro titular de Hacienda, José Luis Saz (hombre formal y bien preparado), llega al Pignatelli desde la Cámara de Cuentas, lo cual establece un perturbador enlace entre el organismo que fiscaliza las cuentas de la Administración y el lugar de la Administración en el que precisamente se hacen dichas cuentas. Luego tenemos el relevo en Agricultura y Medio Ambiente, donde aterriza Lobón, quien antes estaba en Innovación y Nuevas Tecnologías y que por lo visto lo mismo zurce que barre que hace pajaritas de papel. Y de postre, lo que les comentaba: Aliaga al frente de Industria e Innovación. Menos mal que ya pasó el 28 de diciembre, que si no...

Menos mal que este barullo se produce cuando gobiernan las gentes de orden. Si llega a pasar cuando mandaban los otros, ni les cuento.