Me llama un colega de Madrid y a lo largo de la conversación sale el tema.

--Oye --dice--, qué gordo lo del chófer del director general de Trabajo de la Junta de Andalucía (el de los EREs). ¡Él y su jefe se fundieron una subvención de novecientos mil euros en farlopa, puticlubs y caprichos! Con esto y lo que cuentan del hijo de Chaves, ¡va bueno el PSOE andaluz!

--Eso parece --respondo impertérrito--. Pero, oye, tampoco hace falta bajar al Sur para encontrar presuntos pasotones a costa del erario público. En Aragón hay un pueblo que se llama Mallén, donde por lo visto unos que decían ser empresarios se pegaron sus buenos homenajes merced a una subvención de un millón ochocientos mil euros. El doble que los andaluces... Y la cosa ha pasado casi desapercibida.

Mi interlocutor se queda impresionado, por supuesto. Y yo ya he cumplido con mi obligación patriótica de poner Aragón en el mapa. Porque aquí, querida/os amigas/os, no se nos luce casi nada. Metemos pasta como los que más, pero no salimos en las noticias. Nos falta promoción.

Estos últimos días hay que leer el periódico o ver el telediario con el tranquimazín al alcance de la mano. Los barullos de Andalucía, los barullos de Baleares, los barullos de Valencia, los barullos del yerno de Su Majestad. Unos por otros, el PSOE y el PP, el PP y el PSOE, aparecen envueltos en la niebla de las imputaciones, los procesos, las revelaciones; los dos pidiendo responsabilidades políticas por los desafueros del contrario, pero reclamando presunción de inocencia cuando la caca les cae encima. La gran diferencia es que a los socialistas les salen muy caras (electoralmente hablando) las fiestas subvencionadas y a los conservadores todavía les acarrean más sufragios.

En fin, que es una pena lo lejanos que les quedan a los grandes medios nacionales lugares como La Muela o Mallén. Quizás por no ser tan creativos como los castellonenses, cuyo capo, Carlos Fabra, ha tenido el cuajo de autodedicarse un pedazo de estatua en el aeropuerto peatonal de su pueblo. Frente a ese fenomenal exceso, ¿qué impacto puede tener el zoológico de nuestra Mariví Pinilla?