O sea, que allá por el 2007 llegan dos mendas (un desconocido hombre de negocios de origen alemán y un ex-ugetista navarro), se camelan al alcalde ¿socialista? de un pueblo aragonés (pongamos que hablo de Mallén), ofrecen montar una fantástica empresa (Agrovalle) en el polígono logístico de dicha localidad... E inmediatamente: a) les venden dos parcelas por 30.000 euros (precio de amigo, se comprende) que ellos hipotecan por 2.080.000, b) obtienen una línea de crédito por otros 150.000 y un préstamo de 870.000 que les concede una caja con la garantía de Avalia (la sociedad de avales de la DGA), c) introducidos por su amigo, el alcalde, entran por la puerta grande en el Pignatelli donde se presentan en público por todo lo alto, d) firman un protocolo con el Gobierno autónomo, el cual acepta pagarles buena parte de su prometida inversión, e) reciben una subvención de 520.000 euros y otra de 1.430.000 que dedican a tapar agujeros, a pegarse banquetes, a irse de juerga y a otros caprichos, y finalmente f) construyen una nave, pretenden iniciar algunas operaciones y acumulan deudas de proveedores por valor de 2.144.925 euros porque no pagan ni a dios. Total, que se levantan por el morro siete kilates y al final quiebran dejando a todo quisque compuesto y sin pasta.

Este tipo de suceso no es nuevo en Aragón, donde al parecer somos a la vez cándidos y avariciosos, estúpidos e interesados. Pasó con otras presuntas empresas, con la industrialización de las cuencas mineras, con el desarrollo de los más inauditos proyectos. Gran Scala fue la apoteosis de esa especie de idiotez codiciosa, y si tal mamarrachada no nos costó muy cara fue porque el plan quedó marcado ante la opinión pública (incluido el subplan del motor milagroso) y sus padrinos políticos ya no pudieron darle cuerda.

Mas nadie quiere aprender. Arturo Aliaga, repuesto al frente de Industria (e Innovación), dice hoy que si volviesen a presentársele los cachondos de ILD otra vez se embarcaría con ellos en la aventura de la neociudad del ocio y el juego. El alcalde Mallén jura que todo lo hizo por el bien de su pueblo. ¡Por el bien de su pueblo! ¡Ay, madre!