El actual Gobierno de Aragón aún aterriza mientras la administración de lo cotidiano anda manga por hombro y la ausencia de iniciativas es casi total. Pero hemos de convenir en que Luisa Fernanda Rudi, dueña y señora de nuestro destino, bastante tiene con afrontar sus dos desafíos fundamentales: contentar al PAR sin que ello le salga tan caro como a Marcelino Iglesias, e ir desmontando sin prisa pero sin pausa los servicios públicos para pasar su gestión a manos privadas. Hace lo primero por necesidad; lo segundo, por vocación. Dos tareas titánicas.

El PAR es un socio necesario, está ya en el Gobierno, es insaciable y anda metido en sordas pugnas internas porque ya no hay pan para tantas bocas y Biel (asistido por su escudero Aliaga) intenta dejar definitivamente fuera de juego a Boné. Así que Rudi va marcando pautas como puede, y ahora mismo tiene otro lío en el Instituto Aragónes del Agua, cuyo director (un regionalista) acaba de dimitir porque no le dejaban ir a su aire. El PAR puede reponer la ficha, pero ya no será como antes, cuando el susodicho Instituto se convirtió en fuente dispensadora de todo tipo de mercedes, subvenciones, convenios y tejemanejes. Un barullo.

Liquidar la Sanidad y la Educación públicas parece una tarea más placentera. En el primero de ambos departamentos, Rudi cuenta con la colaboración pasiva de un consejero cuya capacidad para el cargo es un pelín dudosa. La presidenta estuvo a punto de relevarle con motivo de la reciente crisis del Ejecutivo. Pero prefirió dejar las cosas como están, a ver si así la organización del Salud zozobra como el barco de Costa Cruceros, embarrancado y abandonado por su propio capitán.

La enseñanza es un hueso duro de roer. Así que la consejera Serrat y su secretario general técnico van minando la cosa con mimo y perseverancia. Acosan a la Junta de Personal, a la Fapar, a los directores díscolos... Frenan el uso de tablets en los centros públicos y a la vez subvencionan su adquisición por los privados. No pierden comba.

Con tan ambiciosos objetivos y tan hercúleos trabajos, ¿no pretenderemos que, encima, gobiernen Aragón? Bueno es lo bueno... ¡pero no tanto!