Desde Mariano Rajoy al último mandao de la cuerda conservadora, todos se aferran al consabido tema de la herencia recibida para justificar recortes, meteóricos aumentos en las listas de espera de la sanidad pública, impagos, quiebra de líneas aéreas, subidas de impuestos y todas las maravillas que nos hunden en la recesión. Nuestros actuales administradoras se sienten libres de pecado y (a diferencia de los anteriores, que pretendían endulzarnos la píldora) anuncian con descaro y cierto regodeo los sufrimientos que nos aguardan. Portavoces del PP llevan tiempo anticipando cinco millones y medio de parados e incluso el presidente del Gobierno español se ha autoconvocado una huelga general (por si los sindicatos se rajan) en respuesta a la reforma laboral que prepara.

Hay un punto sádico en esto de apretarle las tabas al pueblo por estricta obligación y sin tener en ello ninguna responsabilidad. Con la herencia recibida por montera, aquí se pueden hacer hoy maravillas y la gente (indignada pero a la vez contrita y proclive a la autoinculpación) traga sin pestañear. "Cuéntame cosas. No me obligues a hacerte daño", decían los hábiles interrogadores de la BIPS a los detenidos por actividades políticas ilegales. "Si te pego es por tu bien", farfullaban los frailes torturadores antes de sentarle la mano al alumno distraído.

Admitamos que el PP, hoy partido dominante y quintaesencia del poder institucional, tiene razón al echar por delante el tema de la herencia, que es mala, muy mala, peor que mala. Ahora bien, convendría aclarar un extremo: esta herencia... ¿cuándo caduca? ¿A los seis meses? ¿Al año? ¿A los dos años? ¿Cuando venga la recuperación, si viene? ¿Nunca jamás?

Intelectuales orgánicos de la derecha española reclaman algo más que la mera amortización de la herencia en términos económicos e inmediatos. Sugieren volver atrás para revisar la Transición y devolverle su carácter nacional, reformista, moderado, continuista (monárquico, canovista, primorriverista... franquista). O sea, que la herencia recibida incluye todo y perdurará mientras perdure el imaginario socialprogresista. Va para largo.