No me pidan que suscriba el certificado de defunción del proyecto Gran Scala. Ése ya lo firmé hace casi cuatro años, y todo lo habido desde entonces ha sido una simple exhibición de malabarismo a cargo de los afamados artistas Biel&Aliaga, con Marcelino Iglesias de maestro de ceremonias. Los dos del PAR han tenido un gran éxito con sus juegos de manos y hoy siguen en el candelabro más majos que majos.

Por lo visto, anticiparse demasiado no es bueno ni en periodismo ni en política. Hay que dejar madurar las cosas hasta que las realidades virtuales sucumben al paso del tiempo y La Muela se convierte en un alarde de trucos inmobiliarios, Mallén se transforma en paradigma de la nobleza baturra, Motorland consume el dinero que necesita la Universidad aragonesa y Aramón le pega un nuevo bocado (doce milloncicos) al ahorrador-contribuyente. Entonces te haces de nuevas, escribes elocuentes epitafios, los jefes correspondientes dicen que ellos pasaban por allí y la vida sigue a la espera de nuevos proyectos zombis que nacen difuntos y mueren putrefactos.

Fíjense que ahora mismo tenemos los pantanos medio vacíos porque si no llueve no hay agua (complicado teorema, sin duda, que muchos de nuestros prohombres y promujeres no acaban de comprender)... y lo que queremos es hacer más embalses y más grandes para que estén más vacíos (o sin uso alguno como El Val o Lechago). La temporada de nieve va a ser pésima por imperativo climático... y la solución propuesta es joder Anayet y Canal Roya para crear la octava superficie esquiable del mundo (¿esquiable?). Por lo visto no nos enteramos de nada. Nuestra solución a los errores es ampliarlos al máximo. Hasta que todo se viene abajo y entonces, ¡ay!, nos refugiamos de nuevo en el mágico país de Babia.

Última novedad: el Ayuntamiento de Teruel (con la sola oposición del PSOE) pasa de Platea, la presunta plataforma logística. Esta sociedad pública (o cuasi pública) arrastra deudas a corto por valor de quince millones de euros, créditos a largo plazo sin cuantificar y un contencioso que podría suponer ocho kilates más. ¡Otro certificado de defunción por expender!