La fusión entre Ibercaja y CAI (Caja 3), filtrada previamente por un diario del que ambas entidades son accionistas, ha provocado estos días una discreta y controladísima polvareda. Las fuerzas vivas aplauden, los políticos con mando en plaza dejan hacer (desbordados por los acontecimientos), los empleados de las dos entidades tiemblan al calcular cómo les afectará la movida y los analistas (entregados a la lógica de la concentración financiera) afirman que ésta era la mejor salida (lo cual es probablemente cierto).

El anterior Gobierno de España, el de Zapatero, no tuvo lo que debía tener para iniciar una operación audaz destinada a construir a través de las cajas una nueva banca pública, capaz de actuar como instrumento contra la crisis. Por el contrario empezó a ceder a las presiones de Botín, González y los demás, que querían aprovechar la ocasión para hacerse dueños de unas entidades sociales que les disputaban el mercado. Como es lógico, Rajoy ha venido a rematar la jugada y a fomentar las fusiones hasta que sólo queden en la piscina tres o cuatro escualos bien gordos y temibles.

A partir de ahí, la pregunta es: ¿de quién son esas cajas que durante decenios hemos llamado nuestras? Gran incógnita. Mientras las instituciones y la opinión pública se ocupaban de contar parados, asimilar el ajuste y polemizar sobre fantasmagorías como la TCP o frustraciones como Motorland, en Ibercaja y en CAI se han producido importante movimientos internos, incorporaciones y reorganizaciones asociadas a estrategias cuya profundidad sólo conocen quienes las están trazando en un ámbito tan exclusivo como restringido. Se suponía que las cajas eran de todos (de sus patronos fundadores, de sus impositores, de sus trabajadores, de la sociedad representada por las instituciones...). ¿De quién van a ser ahora? ¿Cómo se va a producir (se está produciendo ya) su metamorfosis y su evolución posterior? ¿Quién se embolsará los beneficios (que ha de haberlos) de la transmutación en marcha? ¿Quién controlará esa transmutación? ¿Qué reglas tiene tan inaprensible partida? ¿Cuándo acabará?

No tenemos ni puñetera idea.