Hasta hace unos días, la verdad oficial (proclamada primero por el PSOE-PAR y luego por el PP-PAR) celebraba el traslado de múltiples dependencias de la DGA al antiguo recinto Expo. Se nos dijo con mucho arte que, si bien sería preciso gastarse un parné en arreglos, obras y mudanzas, al final nos ahorraríamos no sé cuantísimo dinero en alquileres, y además, al llevar a Ranillas una actividad intensa y diaria (¡la Ciudad de la Justicia, casi nada!) cabía suponer un inmediato repunte de la zona, donde pulularían bares, restaurantes, despachos de abogados, notarías, gestorías y todo lo demás.

La gente captó de inmediato el interés público de la operación. Cualquiera entiende que es mejor instalarse en locales propios que estar de inquilino. Creo recordar que la propia presidenta Rudi se expresó en tal sentido. Nos ahorraremos los alquileres, pondremos en valor los activos inmobiliarios del Gobierno de Aragón, daremos uso a los rutilantes despojos de la Expo... Y todos asentimos con gesto grave. Por supuesto, emperatriz.

Pero ahora, sin dar tiempo a que la opinión pública se ponga al día, el noticiario oficial da la vuelta tan ricamente y anuncia que para obtener liquidez se prevé vender el inmueble destinado a la futura Ciudad de la Justicia, la cual seguirá teniendo como destino el mismo emplazamiento... pero pagando un alquiler por él (¡!). Uno ya no entiende nada. pero seguro que se trata de una idea luminosa. Me cuentan que el proyecto Expo empresarial ha patinado de cabo a rabo y no hay un puñetero clavel, por lo que sólo cabe dejar Ranillas abandonado a su suerte, asumir una inminente quiebra de la citada Expo empresarial (sociedad pública cuyo noventa y tantos por ciento es del propio Gobierno de Aragón), o apuntarnos al inquilinato eterno para que se lleve el correspondiente beneficio un fondo de inversión o similar. Si no querías alquiler, tómate ración triple.

Esto ya lo venía maquinando el PSOE, me dice un colega para consolarme. Pero yo sigo turulato. ¡Y pensar que algunos me llamaron cenizo, agorero y mal aragonés por aquella vez que salí con El Follonero bromeando sobre la Expo y su legado! Qué cosas.