Vale, bien: hablemos en serio. La Monarquía es un fenómeno tan anacrónico y absurdo como cazar elefantes. Hay que tener poco juicio, un nulo sentido estético y una visión absurda y miserable de la vida para irse a una reserva africana (o a una finca acotada del sur de España), donde te conducen hasta la proximidad de un hermoso animal para que te des el gustazo (¿?) de pegarle un tiro. Pero permitirte tal desparramo cuando eres jefe de un Estado cuya población sufre ajustes sin piedad podría considerarse un real sarcasmo.

Lo peor de la actual crisis (en realidad, un proceso de reorganización política, económica y social) es que mientras unos la padecen otros la gozan. La llamada Casa Real apenas ha sufrido recortes en su presupuesto. Y por otra parte parece ser que nuestro país es uno de los que más trofeos cinegéticos importa desde África. Quienes tienen mucha pasta (en paraísos fiscales, a ser posible) disfrutan puliéndosela en alardes pseudoaristocráticos. Y si les ofrecen participar en un safari junto al Rey, la mundial. O sea, la cutre escopeta nacional de siempre.

Dicen que Juan Carlos I pretende ponerse el mundo por montera (¡con los años que tiene y lo cascado que está!). Allá él, pensarán algunos. Pero a otros muchos les resulta insoportable comprobar cómo una figura representativa a la que ha se concedido el más alto privilegio constitucional por ser quien es (un Borbón educado por Franco) se permite el lujo de jugar al gran cazador blanco mientras su querida patria va de culo y cuesta abajo.

De toda la vida, la oligarquía española ha predicado austeridad, castidad, honor, piedad, entrega y altos ideales. Pero eso ha sido doctrina para el pueblo, porque los poderosos se han aplicado con fruición al derroche, el libertinaje, el escaqueo, el cinismo y el más rampante egoismo. Ahora repiten el cuento. Las prédicas sobre la imperiosa necesidad de asfixiar los servicios públicos, bajar los salarios, avanzar hacia el despido libre y culpabilizar a los trabajadores y las clases medias tienen su otra cara en los saraos, los safaris, los aviones privados, los yates y las orgías de altos vuelos. Éstos se ríen de nosotros. Se caen de la risa.