Entre la aparente confusión que nos envuelve (amagos, globos sonda, contradicciones entre ministros, bravatas absurdas, rectificaciones, desmentidos...) brilla desde hace tiempo la luz de la evidencia: el actual Gobierno trabaja incansablemente en la destrucción del sector público (empezando por los servicios básicos), en la reformulación del pacto social, en el empobrecimiento de los trabajadores y las clases medias y en el retorno de la vieja España (que en realidad nunca se fue del todo). Esto es indisimulable. La ofensiva contra la sanidad, la educación y los servicios sociales se enmarca en una guerra relámpago de notorios y terribles objetivos. Viendo tal panorama, algunas personas creen que estamos en una versión derechista y exagerada del despiste zapateril, pero Rajoy no está imitando a su antecesor. ¡Qué va! Don Mariano, a diferencia del otro, sí sabe a dónde va y qué intereses sirve. Ni lo disimula ya.

Tomemos como paradigma la educación. En apenas unos meses las reformas (de jornadas, de ratios, de programas, de políticas de personal, de presupuestos) han atacado directamente el corazón del sistema. La subsiguiente zozobra de las familias tiene además una intención muy poco sibilina: devaluar el valor añadido de los centros públicos para desviar la demanda familiar hacia la privada concertada. Con ese fin se está intentando darle la vuelta al mecanismo para adscribir a los alumnos (lo cual, de paso, va a crear un follón impresionante a la hora de gestionar las solicitudes). De vez en cuando, jefas y jefes salen a la palestra para decirnos, con escasa convicción, que no, que no es para tanto, que apretarán pero no ahogarán, tranquilos, sosegaos... Las mentiras han dejado de ser un pecadillo para convertirse en un chiste sin gracia. ¡No habrá copago sanitario!, decían. Pues mira.

No hay límites para la política neocón. Incluso nos anuncian la privatización de la vigilancia en las cárceles mientras se pide volver a la comercialización de sangre humana (para que los parados se ganen un dinerito, pobrecillos). Rajoy sigue el rumbo trazado mientras oculta el verdadero debate sobre la crisis y sus causas. España camina hacia atrás sin pausa.