El Gobierno de Aragón prevé recortar 257 millones sobre lo previsto en sus tardíos e improbables presupuestos. Lo hará restando un cinco por ciento de todas las partidas (caiga quien caiga, que ya no estamos para discriminar las inversiones imprescindibles de los gasto superfluos). Esto es el acabose. Hemos chocado con la realidad real (sí, esa cosa de la que hablábamos en tiempos los cenizos y agoreros, ¿se acuerdan?). En esta hora de la verdad habrán de pagar justos por pecadores. No pasa nada. Ayer, el rector reclamó en público a la presidenta Rudi el dinero que ésta (o sea, la DGA) adeuda a la Universidad. Pero Su Señoría, la excelentísima dueña y señora de la Tierra Noble, hizo oídos sordos. Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar.

¿Sabe el actual Ejecutivo aragonés cómo tapar los agujeros, administrar la escasez, priorizar los objetivos y poner orden en la gestión de las sociedades públicas? Parece ser que no. En un santiamén, la deuda de las mentadas sociedades ha pasado de cuatrocientos y pico millones a más de seiscientos. Aramón y Motorland necesitan más pasta. Suelo y Vivienda acarrea una deuda que quita el hipo. Dicen las malas lenguas que la caja del Pignatelli puede quedar vacía antes de las vacaciones de verano.

Bueno, consolémonos. La sanidad y la enseñanza pública están de capa caída, pero las instalaciones de las estaciones de esquí han mejorado muchísimo. Lástima que el cambio climático haya puesto en jaque mate el presunto negocio de la nieve. Aunque... ¿no hemos venido oyendo tanto al anterior Gobierno de Aragón como al actual prometer solemnemente la ampliación de Cerler por Castanesa y el enlace entre Formigal y Astún? ¿Pagarán tal dislate con el dinero que el Inaem debe a los centros especiales de empleo? En medio de la zozobra, algo está seguro: van a reducirse (aún más) las subvenciones del Instituto Aragonés de Servicios Sociales, pero en septiembre tendremos gran premio en Motorland.

Tiempo de zozobra. Ni César Augusto sabe dónde acabará, ahora que el alcalde Belloch quiere moverle (otra vez) la estatua. Aquí, incluso el cónsul-emperador se está mareando.