Por qué hace usted constantes y negativas alusiones al cristianismo en sus más críticos comentarios sobre la actualidad política?, me preguntan algunos lectores obviamente indignados. Hombre, respondo yo, pues porque la Iglesia (ya ven que la escribo con mayúscula) es en este país un evidente factor político. Los obispos han encabezado manifestaciones contra Zapatero. Los programas del PP se han basado (en lo que a cuestiones de derechos individuales se refiere) en las directrices de la jerarquía católica. El Concordato es una pieza excepcional (política, ¿no?) que otorga privilegios de todo tipo... ¿Entonces?

Pero sí es cierto que, en el terreno de las contradicciones que recorren las Españas, no sólo cabe situar la doble moral de personajes públicos de misa y comunión diarias (como el megajuez Dívar), sino también la doble condición de muchos dirigentes y cuadros de la izquierda oficial, cuyas acciones han derivado en algo muy poco coherente con su presunta vocación social.

Si estamos viendo a gentes que pregonan de día la doctrina de la Santa Madre Iglesia y por la noche se ponen el mundo por montera (a cuenta de la ciudadanía, si puede ser), también nos hemos hartado de contemplar cómo sedicentes socialistas, supuestos líderes sindicales y otros personajes autoetiquetados como progresistas se encamaban con los malabaristas de las finanzas y los traficantes de suelo, les daban la vuelta a sus propios programas, ponían el cazo y colaboraban por acción u omisión con el saqueo a que ha sido sometido este país. De hecho, una gran parte de la crisis de valores que se ha abatido sobre nosotros guarda relación directa con la incapacidad de la izquierda oficial (la llamo así para distinguirla de aquella otra que aún mantiene actitudes y planteamientos alternativos) para sostener una ética y una estética que pusieran en valor el sistema democrático. Si el PSOE (pero también UGT y CCOO) no hubieran transitado tantas veces desde el pragmatismo al abandono puro y simple del interés público, no estaríamos así.

Contradicción que describo (una vez más) para dejar las cosas claras... y para que no se diga.