Cunden las noticias relacionadas con la actividad de las oenegés dedicadas a la solidaridad directa y crece mi desasosiego al ver cómo damos por liquidado el Estado del Bienestar e intentamos tapar el hueco que deja sustituyéndolo por el altruismo social, el apoyo mutuo... la caridad. Conste que las buenas intenciones de la gente me parecen un necesario complemento a la redistribución de la riqueza mediante salarios dignos, una fiscalidad progresiva y los servicios públicos. También alabo el trabajo de los voluntarios, del Banco de Alimentos, de los Ángeles Guardianes, del Refugio, de Cáritas, de la Federación de Barrios y Eroski, del comedor de la Parroquia del Carmen y de las iniciativas que están surgiendo para socorrer a los parados, los desahuciados, los sin techo, los inmigrantes y los pobres en general (que cada vez son más)... Pero el desasosiego sigue.

El donativo de 20 millones de euros hecho por Amancio Prada a Cáritas me ha dejado estupefacto. Y sí, de acuerdo, el señor Prada es un gran empresario, un emprendedor de éxito, un genio. En ese sentido asumo su enriquecimiento y valoro su papel social. Incluso estoy convencido de sus buenas intenciones al desprenderse de una parte minúscula de su fortuna en favor de los parias de esta España endeudada y en recesión. Sin embargo hubiese preferido que los veinte millones fuesen, por ejemplo, parte del impuesto que pagan sus sociedades. Cuestión de fondo.

Preveo el retorno de las cuestaciones, de programas al estilo Ustedes son formidables y de los festivales y saraos benéficos. Mientras, organizaciones aragonesas que agrupan y atienden al 80% de la discapacidad intelectual y de la parálisis cerebral se han unido para denunciar el abandono en que les va dejando el IASS y pedirle al Gobierno aragonés diálogo y comprensión. En la presentación pública de esta plataforma, mi amigo José María López se puso humilde (y una pizca irónico) por vez primera en su vida para apelar al conocido interés de la presidenta Rudi por los problemas de la discapacidad. A ver si así... Y yo, la verdad, no sabía si reír o llorar.